Opinión · Dominio público
Es el Estado, estúpido
Jefe de Política de 'Público'
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Vuelven a caer los dados sobre el tapete de la política española cuando todo parecía visto para sentencia. Casi finaliza el curso político con la celebración del debate del estado de la nación, mientras el hedor que sube desde las cloacas vuelve a ser protagonista. Pese a la histórica traición del Gobierno al pueblo saharaui o el bochornoso silencio tras la masacre de Melilla, ahora Pedro Sánchez vuelve a ser, para el grueso de la población, un líder de izquierdas. Su retórica con regusto social de estos días en el Congreso ha tranquilizado a muchos. Veremos, del dicho al hecho hay un trecho: atención con cómo quedan en otoño los impuestos a la banca y a las grandes energéticas que pregonaba en tribuna el presidente…
El Gobierno consigue convalidar su segundo decreto anticrisis (como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania) con una abultada mayoría, solo han votado en contra los ultras de Vox y satélites. Saca adelante la ley de memoria, que no convence a parte de los colectivos memorialistas, y se despeja el camino para renovar a los magistrados caducados del Tribunal Constitucional y componer en la institución una mayoría de talante progresista. Todo esto en tres días. A Sánchez le daban por muerto hace unas semanas y se puede ir de vacaciones coleando. Y es que el líder del PSOE es tal por su desarrollado instinto de supervivencia.
España se ha encendido un cigarrillo con aroma progre en los últimos días, y eso que el tufo a puro de derechas lo impregnaba todo desde que la abultada mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía dibujaba una alfombra de pétalos que llevaría a Alberto Núñez Feijóo hasta la Moncloa. El oscuro humo del puro se ha ido disipando.
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El viernes 8 de julio, Yolanda Díaz conseguía reunir en la puesta de largo de Sumar (pese a la ola de calor que ya cubría Madrid) a miles de personas, un amplio espectro de unas izquierdas que hacía años que no se miraban a la cara. No son momentos halagüeños para la izquierda en el Estado español, pero tampoco lo son tan oscuros como hace unos días.
Y, sin embargo, paralelamente, nuevos audios filtrados del comisario jubilado José Manuel Villarejo han rescatado del baúl de los recuerdos una evidencia: la democracia española es democracia, pero solo con la boca pequeña. No se han ventilado todavía muchas habitaciones del edificio del Estado, pero, además, ha quedado aún más retratada la evidencia de que el poder lo es, en gran medida, porque posee los medios de comunicación como quien tiene un tirachinas y, desde estos medios, tiene capacidad de influencia en las sociedades que más adelante votan a sus representantes. La credibilidad del periodismo español se incrusta en una crisis de cuya profundidad sabremos tan solo cuando transcurran algunas semanas. O meses. O años.
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En este contexto, las izquierdas se enfrentan a un gran dilema. Y de la solución a este y de cómo quede la correlación de fuerzas tras esta partida dependerá el futuro de este campo político en recomposición, de que sea más o menos unitario o fragmentado, más o menos numeroso.
¿Hasta dónde se puede transformar la sociedad con las cloacas funcionando? ¿Cuál es el límite para que la mafia actúe? Sabemos el funcionamiento por el cual sistemas judicial, policial, mediático, político y su extrapolación a organizaciones sociales intentan acabar con dirigentes y movimientos vanguardistas en el Estado español (independentismos y Podemos) y en otros muchos lugares del mundo, con especial mención a América Latina. Es una realidad frecuente.
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Por otro lado, ¿puede ser la corrupción sistémica del Estado y su connivencia con la gran empresa el motor para convencer a la gente para que adopte posiciones progresistas? ¿Ilusionan las cloacas como un objetivo contra el que luchar? ¿Moviliza el hedor? Las izquierdas se preparan para un nuevo ciclo político y la coyuntura, en muchas ocasiones, determina las estrategias. De momento, las derechas llevan la delantera en las encuestas y en el reparto de acciones de los grandes grupos mediáticos de este país.
El Estado… ¿Es una herramienta para garantizar derechos de todos o para preservar privilegios de unos pocos? Esta duda también planea por las estrategias de las izquierdas y, desde luego, que cuanto más conocemos sobre las cloacas, menos razones hay para el optimismo. Al fin y al cabo, se trata del Estado, estúpido. O del uso que seamos capaces de hacer de él.
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