Opinión · Dominio público
Los bulos de Feijóo cuando habla de economía
Doctor en Estudios sobre Desarrollo, profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea. Acaba de publicar 'Renta Básica: Una herramienta de futuro' (Editorial Milenio, 2021)
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“No cuela, señor Feijóo. No cuela”. Este martes Pedro Sánchez machacaba a Alberto Núñez Feijóo por segunda vez consecutiva en el Senado. Un Feijóo que cada vez que se enfrenta en un cara a cara a Sánchez demuestra sus grandes carencias. Las exportaciones desde Galicia no siempre han funcionado bien, sobre todo en política, y no será porque no nos avisaron los propios gallegos de lo que podríamos esperar.
Ante la falta de propuestas, Feijóo ha tratado de sortear el debate a base de bulos y demagogia. Bulos y demagogia económica con gran énfasis en la deuda pública y en la fiscalidad, que no han sido suficientes para dar algo de color a sus vacías intervenciones. Intervenciones en las que en ningún momento el líder del partido popular ha propuesto alternativa alguna, ni han dado pie a la confrontación de los distintos modelos de gestión.
Feijóo ha asegurado reiteradamente que la deuda pública ha crecido durante la pandemia. Está en lo cierto. Eso sí, si bien España no está aislada en este incremento de la deuda pública ya que la pandemia ha tenido un claro impacto en las cuentas públicas de todos los países de la Unión Europea, el presidente del Partido Popular ha obviado durante la totalidad de su discurso a qué se ha destinado dicho incremento de la deuda pública. Y me parece que es importante que seamos conscientes de para qué se ha utilizado este dinero. Es decir, ¿qué se ha hecho con los 85.000 millones de euros destinados a combatir las consecuencias económicas y sociales originadas por la pandemia? 27.800 millones de euros se han dirigido a proteger a más de tres millones ochocientos mil trabajadores y trabajadoras a través de los ERTE, 7.500 millones de euros en prestaciones a autónomos, llegando a cubrir a la mitad de los mismos, 10.000 millones de euros en ayudas directas a autónomos y a empresas, con más de doscientos veintitrés mil beneficiarios o más de 30.000 millones de euros transferidos a las Comunidades Autónomas para el fortalecimiento del sistema educativo y sanitario. No creo que mucha gente esté en contra de los ERTE, de las ayudas a autónomos y a las empresas o del fortalecimiento de la educación y la sanidad públicas. De hecho, el propio Feijóo pedía en diciembre de 2021 un fondo Covid para poder contratar más médicos. Algo tendrá que ver la pandemia en el aumento de la deuda, digo yo.
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Entonces, ¿qué es exactamente lo que critica Feijóo del incremento de la deuda pública? ¿Qué hubiera hecho el Partido Popular si hubiera tenido que gestionar la pandemia? Porque si analizamos la herencia que el gobierno de Sánchez ha recibido por parte de Rajoy, podemos apreciar cómo entre el primer y el segundo mandato del gallego la deuda pública española incrementó de 743.043 millones de euros (69,9% del PIB) a 1.208.861 millones de euros (100,4% del PIB). Es decir, un 63%. Y lo que es peor, este aumento de la deuda pública se dio junto a unos recortes sociales que, además, empobrecerían a miles y miles de familias. El gobierno de Sánchez, por su parte, ha incrementado la deuda pública desde los 1.208.861 millones de euros recibidos hasta 1.427.238 millones de euros, un 18%, en medio de una pandemia sin precedentes en más de un siglo y una guerra en el continente europeo que ha derivado en la mayor crisis energética y de materias primas jamás vivida. Pero Feijóo también tiene experiencia gestionando. De hecho, siendo él presidente de la Xunta de Galicia triplicó la deuda durante sus mandatos. Está claro que no, no todos gestionan igual. Y menos mal que el Partido Popular no ha sido quien ha gestionado esta crisis.
Dos consideraciones adicionales sobre la opinión de Feijóo sobre el proyecto de Presupuestos presentado por el Gobierno de España y que en reiteradas ocasiones ha pedido su devolución. En primer lugar, no deja de ser irónico que Feijóo diga que el 1,1% de incremento en el techo de gasto de los Presupuestos Generales del Estado vaya a traer el apocalipsis, cuando su heredero en la Xunta de Galicia lo elevará un 8,2%. En segundo lugar, Feijóo asegura que los presupuestos no son sociales porque no bajan impuestos a las clases medias y bajas. Esto es, simple y llanamente, otro bulo. Porque, a pesar de que no sea yo gran partidario de los retoques fiscales, es innegable que las medidas fiscales que ha tomado el Gobierno de España de cara a 2023 transitan por el camino de la justicia fiscal, reduciendo la presión fiscal sobre las clases medias y bajas y sobre las pequeñas y medianas empresas e incrementándosela a las clases altas y grandes grupos empresariales. Estas medidas contemplan en el IPRF una subida del mínimo exento hasta los 15.000 euros y un aumento de la reducción por rendimientos del trabajo para rentas menores de 21.000 euros que beneficiará al 50% de los y las trabajadoras y un incremento del tipo impositivo sobre las rentas de capital superiores a 200.000 euros. Asimismo, reducen el tipo nominal del Impuesto sobre Sociedades para las empresas que facturen menos de un millón de euros del 25% al 23%, beneficiando a unas 407.300 pequeñas empresas, mientras limitan al 50% la posibilidad de compensar las pérdidas de las filiales en grupos consolidados, afectando a más de 3.600 grandes empresas. También se reduce del 10% al 4% el IVA para los productos de higiene femenina y, finalmente, se crea el Impuesto sobre la Riqueza que gravará a 23.000 patrimonios de más de 3 millones de euros.
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Pero le da igual. Para Feijóo estos Presupuestos no bajan impuestos a las clases medias y bajas. ¿No será que lo que no le gusta es que les sube la presión fiscal a las élites que él defiende y representa? Solamente quien se debe al 0,1% más rico puede priorizar los intereses de 23.000 ricos frente a los de 13 millones de trabajadores. Sin embargo, el presidente del Partido Popular se limita a decir que él bajaría impuestos. No dice qué impuestos tocaría, a quién se los bajaría, ni cuánto dejaría de recaudar con esas bajadas. Porque, si alguien que se presenta a gobernar un país quiere bajar impuestos, lo primero que deberíamos preguntarle es cómo cubriría ese déficit de la recaudación. Solo hay dos opciones: con recortes o con endeudamiento. ¿Apuesta Feijóo por los recortes o, por el contrario, y tal y como conocen perfectamente en Galicia, es más de endeudamiento?
Pero no me malinterpretéis. El endeudamiento per se no es malo. El endeudamiento es una herramienta de financiación más de las que tiene un Estado. Necesaria, además, en momentos en el que se da una insuficiencia en la recaudación a través de la política fiscal. Para Feijóo España es un auténtico infierno fiscal. No obstante, una vez más, los números desmienten la fragilidad del argumentario popular. La presión fiscal de la media de la Zona Euro es del 41,8% del PIB. Los países con mayor presión fiscal son Dinamarca (47,6%), Francia (47,5%), Bélgica (46,2%) y Suecia (43,7%). Los países con menor presión fiscal, por su parte, son Rumanía (27,2%), Malta (30,4%), Bulgaria (30,6%) y Lituania (31,2%). La presión fiscal española se encuentra en el 37,5% del PIB. ¿Quiero esto decir que es un infierno fiscal? Ni mucho menos. Quiere decir, simplemente, que tiene un diferencial en presión fiscal de 4,3 puntos porcentuales respecto a la media de la Zona Euro y, como consecuencia, dejamos de recaudar alrededor de 55.000 millones de euros anualmente. 55.000 millones de euros que podríamos utilizar para reforzar nuestro Estado de Bienestar y no lo hacemos. Si queremos servicios públicos como en Dinamarca o Suecia, no hay opción que pagar impuestos como en Dinamarca o Suecia.
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Para terminar, considero relevantes tres preguntas que Sánchez le ha hecho a Feijóo: ¿está Feijóo de acuerdo en revalorizar las pensiones con el IPC? ¿Está Feijóo de acuerdo en subir el Salario Mínimo Interprofesional? ¿Está Feijóo de acuerdo en subir los impuestos a las grandes eléctricas y entidades financieras? El debate llegó a su fin y Feijóo no respondió. Demasiada indecisión y ambigüedad incómoda por parte del presidente del Partido Popular que, en palabras del propio Sánchez, podría hacer pensar a los españoles que “no querrá molestar a ciertas élites”. En definitiva, segundo debate con mucho ruido y muy, muy pocas nueces por parte de Feijóo. Quién iba a decirle que fuera de Galicia hacía tanto frío.
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