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La oportunidad de las izquierdas soberanistas en Catalunya

Ferran Espada

La oportunidad de las izquierdas soberanistas en Catalunya
Imagen de una manifestación convocada por partidos y entidades soberanistas contra el juicio del 1-O.- EUROPA PRESS

Las elecciones al Parlament de Catalunya del 14 de febrero de 2021 tuvo una doble lectura según todos los análisis publicados. Los resultados daban una mayoría clara independentista formada por ERC, Junts y la CUP. Pero también una mayoría de izquierdas si contabilizábamos los votos de ERC, PSC, En Comú Podem y la CUP. La primera era de 74 diputados y la segunda, de 85. Resulta evidente que colocar al PSC y la CUP en un mismo vector ideológico no es muy realista, pero tampoco lo ha sido finalmente mezclar a los anticapitalistas, Junts y ERC en un vector nacional, tal y como se ha comprobado con la tensa relación entre Junts y Esquerra dentro del Govern de coalición hasta su ruptura, y entre el Govern y los ‘cupaires’ desde el primer día. Aunque este eje independentista sirvió para desbloquear la legislatura y hacer posible la investidura del republicano Pere Aragonès como presidente de la Generalitat. En cualquier caso, la lectura compartida de las últimas elecciones al Parlament fue que Catalunya apostaba por mantener vivo el independentismo y por más políticas de izquierdas.

Pese a las mayorías holgadas en ambos escenarios, conjugar cualquiera de las dos caras de la voluntad popular de los catalanes y las catalanas se ha visto hasta ahora extremadamente complicado. En la parte independentista se ha demostrado claramente con la ruptura del Govern por la marcha de Junts, que ha dejado a Esquerra gobernando en solitario con sólo 33 diputados en el Parlament. Y en las izquierdas también se evidenciaban hasta ahora las dificultades. Pese a una cierta sintonía entre ERC y En Comú Podem, reafirmada con el reciente acuerdo de presupuestos, la relación entre los republicanos y el PSC sigue siendo complicada -a la espera de ver cómo culminan las negociaciones presupuestarias-. Y el bloqueo en las relaciones entre los republicanos y la CUP se vislumbra total.

La pregunta es obvia, ¿hay algún escenario viable alternativo? Y la respuesta, si es honesta, es que no se vislumbra ninguno que sea fácil de llevar a cabo. Pero esto no significa que no exista. La salida de Junts del Govern y el inicio de un nuevo ciclo electoral -con elecciones municipales y elecciones generales el próximo año, las posteriores elecciones europeas y las siempre posibles elecciones al Parlament avanzadas- puede abrir la puerta a una ecuación que haría falta tener en cuenta. La oportunidad para las izquierdas soberanistas de articular un polo de liderazgo para impulsar políticas de progreso y transformación social y nacional.

ERC, comuns y CUP tienen la oportunidad de liderar una nueva etapa en la que las políticas sociales lleguen a la gente como instrumento de defensa en unos momentos de emergencia social que ya sitúa a Catalunya en cerca de dos millones de personas en el umbral de la pobreza -un 26% de la población-, según datos de la Mesa de entidades del Tercer Sector. Y que a su vez sea un fuerte elemento de presión para forzar una salida dialogada y democrática al conflicto político basada en el fin de la represión efectuada por la vía de la instrumentalización judicial y del derecho a decidir de los catalanes en el ejercicio de la autodeterminación.

No hace falta saber muchas matemáticas para comprobar que en estos momentos la fuerza de estas izquierdas soberanistas es insuficiente. Pero los actuales 50 diputados en el Parlament, coordinados, suponen una fuerza extraordinaria frente a un PSC crecido pero sin posibilidades de liderar una alternativa -Salvador Illa con toda probabilidad no ganaría una moción de censura a Pere Aragonès-. Y con Junts inmerso en una pugna interna feroz entre los sectores más moderados y los más radicales, y decidido a autoaislarse rompiendo relaciones con el resto del independentismo. A la vez que ha decidido salir del armario como fuerza de derechas tal y como se plantea en la negociación de los presupuestos con temas como la rebaja de la fiscalidad a los grandes patrimonios.

La aritmética del Parlament es muy mediática, y por supuesto es fundamental para la aprobación de la acción legislativa, empezando por los presupuestos. Pero no es la única. Existe otra mucho más porosa, dispersa pero arraigada en el territorio, que es la que se da en el ámbito municipalista. Un eje político que en Catalunya es vital y que hace cuatro años impulsó a ERC a la victoria electoral en las municipales de 2019. Y en la que la CUP y los comuns han hecho también una notable labor municipalista.

En muchos municipios de Catalunya esta alianza de las izquierdas soberanistas ya se ha dado como instrumento de regeneración del caduco poder sociovergente que ha dominado el mapa municipal catalán durante 40 años. Las alcaldías republicanas de Tarragona, Lleida o Sant Cugat son sólo algunos ejemplos. Estos gobiernos municipales de cambio, después de décadas de hegemonía socialista o convergente, se han construido -desde dentro o apoyando desde fuera- desde este polo de las izquierdas soberanistas que apuntaba. No sin dificultades, cierto. La complejidad y diversidad de las izquierdas es un valor añadido, pero también un elemento de difícil gestión. Y también sabiendo que por sí solas todavía no tienen suficiente musculatura para forzar el cambio pero que juntas han conseguido estirar en el PSC o en Junts -en función de quien ostentaba la perenne alcaldía- a participar en el relevo bajo el liderazgo de las izquierdas soberanistas. ERC consiguió las alcaldías socialistas de Tarragona -con el PSC immerso en el caso decorrupción Inipro- y Lleida de la mano de la CUP y comuns juntos con Junts. Y la de Sant Cugat de la mano de las mismas izquierdas pero con apoyo del PSC en el caso del histórico feudo convegente de Sant Cugat.

El mundo municipal es diverso y plural pero las izquierdas transformadoras deberían tener presente cuáles son las consecuencias de no gestionar bien la oportunidad de la suma de fuerzas. Dos ciudades de la talla de Badalona o Sabadell -de las más pobladas de Catalunya- son el ejemplo: En la primera la alternativa fue una nefasta moción de censura del PSC y el regreso al gobierno municipal del PP y de Xavier García Albiol a la alcaldía después de la etapa de la confluencia de las izquierdas soberanistas con Guanyem Badalona a la cabeza. Sólo un lamentable incidente del exalcalde socialista que comportó la dimisión y la presunta corrupción de Albiol ha logrado restaurar el frente de izquierdas al frente de la ciudad. Y en el caso de Sabadell, las izquierdas no han podido impedir el regreso de los socialistas a la alcaldía de la capital vallesana pese a la proximidad en el tiempo de los casos de corrupción del último alcalde del PSC, Manuel Bustos. Por cierto, en un acuerdo del PSC con Junts que entronca bastante con lo que hicieron los dos partidos en la Diputación de Barcelona para hacer presidenta a la socialista Núria Marín en detrimento del republicano Dionís Guiteras.

También podríamos hablar de Girona, donde las izquierdas fueron incapaces de hacer posible el cambio que pudo liderar la CUP y que llevó a Junts per Catalunya a revalidar la alcaldía, en este caso con la participación de ERC. Y finalmente hay que analizar el caso de Barcelona, que por su dimensión y altísima significación política es un paradigma de cómo la desunión de las izquierdas soberanistas frena las políticas de cambio para perpetuar en el gobierno municipal a quienes construyeron el modelo que impera en la actualidad en la capital catalana, es decir el PSC. La aspiración de Barcelona en Comú de mantener la alcaldía impidió el entendimiento con la Esquerra de Ernest Maragall que ganó las elecciones. Acuerdo de los comuns con el PSC y alcaldía para Ada Colau -con los votos de Manuel Valls- del todo legítimos, pero con limitaciones sobre las políticas que podían haberse aplicado con un gobierno ERC-comuns para cambiar de raíz el modelo de ciudad. Que la CUP hubiera sido expulsada del consistorio después de cuatro años de no entender la necesidad de apuntalar ese polo de las izquierdas transformadoras también influyó.

Resulta evidente que las relaciones entre Esquerra y la CUP no pasan por el mejor de los momentos. Representan los dos extremos de este polo que pueden conformar a las izquierdas soberanistas de Catalunya. Tampoco con En Comú Podem es todo coser y cantar, a pesar del acuerdo presupuestario que acaban de suscribir. Pero basta con dar un repaso al pasado más reciente para entender lo que suponen los actuales 50 diputados que suman las izquierdas soberanistas. Una fuerza que tiene como puntal principal el hecho de que ERC se haya convertido en el primer partido de Catalunya, después de ganar las últimas elecciones municipales y generales y haber conseguido la presidencia de la Generalitat empatando con el PSC a 33 diputados en las elecciones al Parlament. Sólo hace 12 años, en el 2010, las izquierdas soberanistas sumaban en esas elecciones una veintena de diputados en el Parlament y no disponían de ninguna alcaldía en las principales ciudades del país. Entonces estaban representadas por Esquerra e ICV -la CUP aún no era parlamentaria- y eran partidos minoritarios que mayoritariamente hacían de muleta de la sociovergencia, según los casos. Ahora ERC es la primera fuerza municipalista del país y los sucesores de ICV -Barcelona en Comú- llevan 8 años gobernando la capital de Catalunya.

El crecimiento de Esquerra, y la irrupción de la CUP como fuerza parlamentaria y decisiva, ha dado la vuelta en los últimos años a esta situación residual de las izquierdas soberanistas en el conjunto del país. Y lo ha hecho gracias a la importante y hasta ahora impensable conexión con las clases medias y populares conseguida por Esquerra, con una cada vez mayor implantación en las áreas metropolitanas de Catalunya que en las próximas elecciones municipales del mes de mayo los republicanos quieren consolidar y amplificar. Difícilmente esta conexión puede establecerse con propuestas maximalistas. Propuestas que es muy legítimo que el resto de las izquierdas defiendan, pero que no deberían bloquear el entendimiento suficiente para que las izquierdas soberanistas se alíen para liderar el país. ¿Si ERC, los comuns y la CUP no pueden encontrar un mínimo denominador común entre ellos con quienes deben encontrarlo?

Solo unas izquierdas soberanistas fuertes y coordinadas podrán empujar al PSC y a Junts a posiciones de consenso en beneficio de las clases populares. Lo que ahora se llama los consensos del 80%. En el caso de los socialistas empujándolo a participar en la construcción de una solución democrática en el conflicto político entre Catalunya y el Estado. Por ejemplo, por la vía del Acuerdo de Claridad. Y a la vez resituando su agenda social cada vez más derechizada como consecuencia de la operación de absorción del voto de Ciutadans e incluso de sectores exconvergentes. En el de Junts, empujándoles a volver a un proyecto por la independencia de carácter colectivo en la que como dice el presidente de Òmnium, Xavier Antich, no se puede hacer "sólo desde tres partidos y dos entidades". Además de rebajar las exigencias de corte neoliberal que están aflorando en sus negociaciones presupuestarias.

Las izquierdas soberanistas no tienen mayoría suficiente, pero pueden conformar la mayoría referente. En alianza, además, con los movimientos sociales en defensa del acceso a una vivienda digna, contra la pobreza energética, el movimiento feminista, de defensa del derecho a la autodeterminación, en defensa de los derechos fundamentales, de defensa del territorio y el activismo medioambiental. Por otra parte, las izquierdas soberanistas no deberían renunciar a conseguir ser mayoría absoluta al término de este ciclo electoral. Pero para ello será necesario que demuestren capacidad de liderazgo compartido y utilidad para la sociedad. Y esto requiere ser conscientes de la necesidad de articular un frente de izquierdas viable con las renuncias que correspondan por todas las partes. Mantenerse anclados en las posiciones y los intereses propios es legítimo. La consecuencia es obvia, que gane una vez más el statu quo.

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