Opinión · Dominio público
El invierno que nunca llegó: ¿Y ahora qué?
Economista, profesor e investigador español especializado en estudios sobre desarrollo y renta básica incondicional
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El invierno económico que los agoreros tan exultantemente pronosticaban no llegó. No llegó pese a la galopante inflación, las ineficaces subidas de los tipos de interés, los desorbitados incrementos en los costes de la energía y las materias primas o, por qué no decirlo, una economía afectada directamente por las consecuencias de una guerra. Porque, aunque suene a película apocalíptica de sábado por la tarde, ésta ha sido, y en gran parte sigue siendo, nuestra realidad. Con virus mortal incluido. Ingredientes altamente inflamables que harían explotar cualquier coctelera económica en la que fueran introducidos simultáneamente. De hecho, en la historia económica moderna no se conoce una situación como la actual que no haya derivado en una recesión abismal.
Las temperaturas, sin embargo, siguen siendo extremadamente templadas para la época en la que estamos. Tanto es así que todas las previsiones que los diversos analistas económicos publicaron durante el último mes de 2022 fueron un auténtico balón de oxígeno para el Gobierno y un peligroso rompecabezas para Feijóo que, colgado de su liana anticonstitucional, optó porque el poder judicial impidiera al legislativo legislar, manteniendo el secuestro del Consejo General del Poder Judicial. Si no hay desastre económico del que poder sacar rédito electoral, el Partido Popular siempre está dispuesto a sembrar el caos político con tal de allanar su camino hacia la Moncloa.
No hay duda de que todavía hay muchas cosas por mejorar, por hacer y por cambiar. Es innegable. Pero un poco de honestidad y valoremos también lo que se está haciendo bien. Tres simples ejemplos: en materia laboral contamos actualmente con la tasa de desempleo más baja desde el año 2007 y la afiliación más alta de la historia en la Seguridad Social; en materia energética, nos encontramos con que el precio medio de la electricidad de los últimos seis meses en el mercado mayorista español ha sido hasta un 40% más bajo que en Italia o en Francia debido, en gran medida, a la excepción ibérica que el Partido Popular tuvo el atrevimiento de llamar “timo ibérico” —que, por cierto, 15 meses después de que la ministra Ribera pidiera, por carta, un tope al precio del gas, los 27 ministros de Energía alcanzaron en diciembre un acuerdo para establecerlo; en materia económica, y según las últimas proyecciones del Banco de España, el PIB mantendrá su tendencia ascendente, mientras que la inflación y el déficit público seguirán reduciéndose a marchas forzadas. Todo ello sin tener en cuenta la integridad moral de gran parte del empresariado español que, mientras en la media de la Zona Euro los márgenes de beneficios de las empresas se han reducido un 3,1% durante el año 2022, en España se han incrementado un 7,9% —solo en Estonia y Bélgica han aumentado más los márgenes.
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Pero, como se apuntaba anteriormente, todavía queda mucho camino por recorrer. En este sentido, creo que hay cuatro frentes extremadamente importantes que atañen a la mayor parte de las y los ciudadanos y que serán clave para una potencial revalidación del Gobierno progresista:
1. La inflación sigue encabezando la lista de los problemas que más inquietan a la ciudadanía, según 40dB. El Gobierno, sin embargo, ya ha tomado medidas muy concretas que han permitido que la inflación en España sea la más baja de toda la Unión Europea. Particularmente decisiva ha sido el tope al gas, pero también son importantes las subvenciones al transporte. Por otro lado, también debemos tener en cuenta el esfuerzo que se ha realizado y se sigue realizando para paliar las consecuencias de la inflación. Es decir, las medidas dirigidas a minimizar los daños que la inflación está causando en las familias más vulnerables. No obstante, la lucha contra la inflación seguirá siendo una de las principales batallas durante este nuevo año. Según las últimas proyecciones, ésta se reducirá hasta el 4,9% en 2023 y ya por debajo del 2% en 2025.
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2. El incremento del precio de los alimentos podría haberse analizado en el apartado anterior, pero considero que es un tema que debe ser abordado independientemente. ¿Por qué? Porque, pese a que el precio de los alimentos sea lo que está apuntalando la inflación una vez los precios de la energía y del transporte se han visto suavizados gracias a la intervención del gobierno, debemos examinar la raíz del problema. Según el Informe de la Desigualdad en España 2022, publicado por Fundación Alternativas, un 23% de las familias ha tenido que recortar sus gastos en alimentos desde el inicio de la pandemia y un 6% directamente afirman pasar o haber pasado hambre. Mientras, los precios de los alimentos se han incrementado más de un 15% en el último año ya que, tal y como afirma el propio Banco de España, existe una traslación directísima del incremento de los precios a los beneficios de la distribución. Es decir, la inflación la están generando principalmente los supermercados que, en tanto no han querido pactar una cesta básica de la compra que garantice una dieta saludable y equilibrada a las familias más humildes, piden una reducción del IVA que solo incrementaría aún más sus abusivos beneficios. Si no están por la labor de dejar de aprovecharse de los más débiles habrá que tomar medidas desde el Gobierno para evitar que lo hagan y, personalmente, no creo que los cheques de 200€ sean la solución al permitirles incrementar todavía más los precios (como ocurre con el bono joven de 250€ para pagar el alquiler y que va directamente al bolsillo del propietario).
3. La pérdida de poder adquisitivo es una consecuencia clara de dos variables. Por un lado, el incremento generalizado y sostenido en el tiempo de los precios y, por otro lado, el moderado incremento de los salarios. Dicho de otra manera, la inflación es mayor que la subida que se ha dado en los salarios y, por lo tanto, existe una pérdida de poder adquisitivo por parte de la clase trabajadora. Un fenómeno que no pilla por sorpresa a los y las trabajadoras españolas, sino que se suma al 12% de pérdida de poder adquisitivo que ya acumularon entre el año 2008 y el año 2020. El hecho de que los salarios españoles crezcan muchísimo menos de lo que se incrementan los beneficios empresariales y la productividad es uno de los grandes problemas del mercado laboral español, degradado tras nefastas reformas laborales para los intereses de la clase trabajadora. El Gobierno tiene todavía mucho por avanzar a este respecto, siendo el primer paso la revalorización del Salario Mínimo Interprofesional. La propia OCDE ha recomendado a España subir el salario mínimo para proteger el poder adquisitivo de los trabajadores ante la elevada inflación. La propuesta de subida máxima por parte de la Comisión Asesora para el Análisis del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) es del 8,2% para el año 2023. Es decir, hasta 1.082 euros al mes. Esta misma comisión asesora ha concluido, además, que la subida del SMI entre 2018 y 2020 ha permitido reducir el riesgo de pobreza en un 2,8%.
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4. Finalmente, considero que el cuarto frente, la vivienda, deberá cobrar mayor importancia de la que tradicionalmente se le ha otorgado. A veces parece que como "la vivienda es un derecho, pero también un bien de mercado", no hay nada que hacer tras 25 años de especulación y ausencia de políticas públicas de vivienda. Pues no, hay que tomar partido y cuanto antes, mejor. Indudablemente actuar en materia de alquileres en el corto plazo es fundamental, tal y como lo ha hecho el Gobierno durante el tercer paquete de medidas anticrisis. Sin embargo, va siendo hora de mirar más allá del futuro inmediato y establecer los pilares que marcarán el futuro de la población más joven. Es hora de negociar la Ley de Vivienda, cuya tramitación lleva meses bloqueada en el Congreso, y plantear certezas a una generación que ha crecido con los ecos de la crisis de 2008 y que ha salido al mercado laboral en medio de una pandemia, una guerra y sus derivadas socioeconómicas. Hay un futuro que construir, pero hay que ser capaces de diseñarlo. Especialmente cuando se está en el Gobierno.
En definitiva, cuatro retos de gran envergadura que podrían no solo marcar el futuro de las próximas elecciones generales, sino también establecer los pilares para la construcción de una sociedad más justa. Y no vale echar el freno. Porque, aunque The Economist haya situado la evolución económica de España en 2022 como la cuarta mejor de la OCDE, 2023 no ha hecho más que saludarnos y ya se está mostrando exigente. Ojalá estemos a la altura de la situación y no evitemos que los del "cuanto peor, mejor" se salgan con la suya.
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