Opinión · Dominio público
Irene Montero, Ione Belarra y las ausencias
Jefe de Política de 'Público'
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Escalpelo en mano, se repasaba la silueta. Una vez quedaba el hueco vacío, se rociaba la pintura con un aerógrafo para disimular... Se fotografiaba la fotografía (valga la redundancia) retocada... El resultado era la desaparición de un personaje, la reescritura del pasado, la revisión de la historia. Así, Trotski dejó de acompañar a Lenin a las puertas del Teatro Bolshói por capricho de Stalin. Hoy, manipular una instantánea es mucho más sencillo, viva el Photoshop.
El pasado martes, 7 de marzo, se producía en el Congreso el debate y votación de la toma en consideración sobre la reforma del PSOE de la ley 'solo sí es sí'. La tramitación parlamentaria de la misma seguirá adelante por la comunión de PSOE con PP. El pleno se llenó de simbolismo, al día siguiente las calles se llenarían de reivindicación feminista un año más, de nuevo era 8M. Y aunque en todo el Estado las mujeres caminaron juntas salvo en Madrid y en alguna otra ciudad, los medios nos empeñamos en ver la división en el movimiento que el día anterior vimos en el seno del Gobierno de coalición.
Durante el debate del martes, como suele pasar en los que versan sobre tomas en consideración, la bancada azul, la del Ejecutivo, estaba casi vacía. Tan solo dos escaños ocupados: el de la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, la secretaria general de Podemos Ione Belarra, y el de la ministra de Igualdad Irene Montero, máxima defensora de no tocar la ley 'solo sí es sí'. La soledad de las máximas dirigentes de la formación morada llamó la atención y ya se han escrito ríos de tinta sobre el asunto. Como no podía ser de otra manera, nos sumamos al mentidero.
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La política es comunicación, y la comunicación, política. La imagen de la soledad de Belarra y Montero fue buscada por ellas mismas, qué duda cabe, dentro de una estrategia política a la interna y hacia afuera: una forma de distanciar a Podemos del PSOE y de diferenciar al partido morado del resto de la confluencia confederal Unidas Podemos. De mostrarse como las únicas defensoras de "poner el consentimiento en el centro" el día previo al 8M.
Cierto es que la mayoría de ministros respondían preguntas en la sesión de control en el Senado y no podían estar en la Cámara Baja, como también lo es que la propia Yolanda Díaz había pactado un encuentro con Montero más tarde, el cual sería inmortalizado por las cámaras: Díaz y Montero se retirarían juntas del hemiciclo para lanzar un mensaje de unidad. El espacio Unidas Podemos se mantenía prieto junto a su ministra de Igualdad, aún así las máximas dirigentes orgánicas de Podemos lograron la instantánea que preside este artículo.
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Si dependiéramos de la técnica soviética para manipular las fotos, tendríamos que dedicar mucho más tiempo para alterar la historia. Ya bien entrado el siglo XXI, con unos cuantos clics, podemos pasar de la verdad a la mentira casi sin despeinarnos, el Photoshop. Juguemos, pues, a añadir personas a la bancada azul, integrantes del Consejo de Ministros que no estuvieron. ¿Qué pasaría si Belarra y Montero no hubieran estado solas?
¿Se imaginan que las dos ministras compartieran bancada azul con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y nadie más? Es un suponer, eso nunca habría pasado, pero imaginen, imaginen. Sánchez, al inicio de la primera fila por la izquierda y, casi enfrente, las responsables de las carteras de Derechos Sociales e Igualdad. Evidentemente, las crónicas y los análisis habrían virado 180º.
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Una lectura interesante de la escena habría sido la que dijera que el presidente volvía a defender a Igualdad ante las críticas de su partido a la ley, tal y como hizo en noviembre desde la cumbre Bali. Pocas semanas después Sánchez giró su postura y, "¿por qué ahora no lo iba a volver a hacer?", se preguntarían aquellos que tachan al líder socialista de oportunista y de cambiar de principios según le venga el aire.
Otra lectura sobre la enigmática presencia de Sánchez en el hemiciclo sería la del presidente justiciero, que se presenta ante las dos ministras díscolas para exigirles lealtad. Desde la distancia que les hubiera separado, el diámetro del hemiciclo, cual pantocrátor, el presidente, observaría con rostro grave los acontecimientos. A un día del 8M, el líder de la Internacional Socialista habría expulsado un tufo machista para hacérselo mirar.
Otro tema hubiera sido si Yolanda Díaz se hubiera quedado sentada en la bancada azul, ¿de qué estaríamos hablando? Las secciones de Política o de Nacional habrían necesitado más páginas, dadas la expectación que levanta la relación entre Podemos y la vicepresidenta segunda del Gobierno. Díaz, Belarra y Montero compartiendo, en soledad, la bancada azul del Gobierno.
"¡Han hecho las paces!", dirían unos. Bien seguro que no faltarían los analistas que argumentaran que todo era una estratagema de la gallega para robarle el protagonismo a la ministra de Igualdad el día previo al 8M. Y es que miles de manifestantes en las calles es un suculento plato apetecible para toda política que se precie, tal y como hemos visto esta semana que PSOE y Unidas Podemos se han disputado la pañoleta morada.
Lo que habría llamado más la atención todavía sería la tercera diapositiva (y la última del juego de hoy). ¿Y si hubieran estado no solo Díaz, Belarra y Montero, sino también Garzón y Subirats? ¿Y si el espacio confederal hubiera podido permitirse el lujo de posar unido en una foto? Entonces sí: "¡la tan ansiada unidad de la izquierda!", corearían a gritos los teóricos. "¡El pacto de la bancada azul!", apodarían otras, rememorando a aquel 'pacto de los botellines' que unió a Pablo Iglesias y Alberto Garzón en la Sala Mirador de Lavapiés en Madrid.
No tardaría en llegar quien analizara que el juego político no se disputa en el eje izquierda-derecha, sino en el arriba-abajo. Tampoco los que tacharían a los integrantes de la foto de la bancada azul de "gobernistas", nunca mejor dicho.
Qué divertido el Photoshop. Que se lo digan a Trotsky.
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