Opinión · Dominio público
Defenderte de tu agresor para acabar condenada
Periodista
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Estos días supimos de dos mujeres que se defendieron de sus agresores y van o han sido condenadas por ello.
Por un lado, el caso de Loredana. En 2017, su expareja le dio una paliza tras meses de control de sus redes sociales o su ropa. El resultado fue una orden de alejamiento sobre él. Días después él regresa (saltando la orden de alejamiento), le pide perdón en la calle, surge otra pelea, él la golpea y la tira al suelo. Ella fuerza para quitárselo de encima y usa el cristal de un retrovisor, que estaba en el suelo, para defenderse haciéndole un corte en la mejilla. Llega un juicio rápido. Ninguno declara y acuerdan quitar las denuncias. La sorpresa está en al final ella sí cumple con su palabra, pero él no. Su denuncia siguió hacia delante hasta hoy: Loredana es condenada a dos años y nueve meses de prisión. Ya sabemos que los juicios rápidos analizan solo lo “último”, obviando el maltrato continuo de la violencia de género. Y ya sabemos que el Convenio de Estambul (art. 55) dice que aunque la víctima retire la denuncia, si hay violencia de género (y la había, con una orden) debe continuar el procedimiento contra él.
Por otro lado, el caso ocurrido en una discoteca de L’Hospitalet de Llobregat, también en 2017. Un hombre mete su mano por debajo de la falda de una mujer. Ella lo aparta de un empujón y comienza un forcejeo donde él aprieta con fuerza el cuello de ella para reducirla. En esa situación, ella intenta defenderse y le golpea en la cara con un vaso de cristal. ¿El resultado? Para él, heridas con puntos de sutura y un leve defecto estético. Para ella, Fiscalía pide dos años de cárcel y, para él, solo quince meses por abuso sexual.
Esto me recuerda a Susana Flores, que entró en la cárcel en el año 2020. Su expareja le dijo “zorra”, “puta”, la tiró contra una mesa, le escupió y le advirtió “te voy a matar cuando te vea con alguien” mientras le daba puñetazos y patadas en pecho y espalda. Fue entonces cuando ella se defendió y le dio con el mango roto de una botella de cristal. Ella fue condenada por lesiones a tres años y seis meses de prisión y entró en la cárcel. Él, condenado a nueve meses y un día por violencia de género. Pero, meses después, se le suspendió la pena a condición de no delinquir en los próximos años y hacer un programa de “reeducación”.
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Tras leer en sentencias que otras mujeres no se comportaron como debían, porque o no tienen suficientes lesiones tras ser agredidas o no se resistieron lo suficiente, ahora tenemos el “defiéndete, pero atente a las consecuencias”. Porque, ya sabemos. Tenemos que ser educadas, amables y comedidas siempre no solo en nuestras respuestas, también en nuestros actos aunque seamos violentadas.
Frente a quienes dicen la falsedad de que solo el testimonio de la mujer condena a los hombres, estos casos demuestran cómo si no se aplica perspectiva de género, la justicia se convierte en injusta y refuerza la desigualdad. Y si en estos casos, donde hay agresiones, este es el resultado, imaginen la encrucijada de centenares de mujeres que se divorciaron por miedo a denunciar violencia física o psicológica. Y, ahora, se enfrentan a una violencia vicaria que la justicia aísla de todo lo sufrido antes, y que no sabe ver ni interpretar.
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¿Con estos casos, qué mensaje se transmite a las mujeres cuando estén en una situación de violencia? ¿Qué hacemos cuando nos agredan? ¿Nos defendemos? ¿O dejamos que nos sigan pegando, asfixiándonos o abusando sexualmente? ¿Si podemos ser condenadas por defendernos, cuando ya estemos a punto de perder el conocimiento… ahí ya sí tenemos margen para la autodefensa, o no? ¿Hasta dónde debemos aguantar? ¿Dónde está la mayor petición de pena para unos hombres que inician una agresión o que saltan la orden de alejamiento? Si nos dicen que la respuesta debe ser proporcional, ¿hasta qué punto? ¿Dónde está la línea roja? ¿Tengo que esperar a que me haga un corte y si, por suerte, no es profundo, entonces ya sí le puedo responder igual? Es que si tengo que esperar a que me asfixie, estaré ya muerta. Quizás ahí me consideren víctima. O quizás, visto lo visto, tampoco.
En definitiva, viendo estos casos, ¿podemos defendernos antes de que nos maten? Sin excepciones, se necesita una justicia que mire todo lo que ocurre y no aísle acciones en las violencias machistas. Porque lo peor que puede ocurrir es que no haya protección en la justicia y se rompa su confianza. Porque, de no saber interpretar bien, lo peor que puede ocurrir es que haya una justicia que convierta a víctimas en culpables y a los culpables en víctimas.
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