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Opinión · Dominio público

Otro chupito, Ignacio

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Isabel Díaz Ayuso, representante de la línea dura del PP que encabeza el expresidente del gobierno José María Aznar, ha ganado elecciones en la Comunidad que preside con eslóganes vacíos de contenido -para la historia quedó su “libertad”- o asumiendo otros con un contenido tan embriagador como “Madrid, la caña de España”. Hay cervezas que se comercializan con este eslogan y el rostro de la presidenta, que se ha sentido halagada y reconocida en el que es sin duda uno de sus méritos principales: haber apoyado al sector de la hostelería durante la pandemia para que pudieran dar de beber a las madrileñas y madrileños que sufrían los rigores del confinamiento decretado por el gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez.

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El sector de la hostelería ganó así sus buenos dineros y contribuyó a la consolidación de la marca Madrid, paraíso de la cerveza, tierra de consumo para quien pueda permitírselo y para quien no, pues que asuma su fracaso, se fastidie o si es menester desaparezca.

Ayuso, una licenciada en periodismo con expediente mediocre, que solo se maneja en castellano (y dicen que a menudo con el apoyo de un pinganillo), cuya trayectoria profesional está vinculada a un único empleador en toda su vida -Partido Popular- en el que ha desempeñado cargos de tanto nivel de exigencia como el de CM de un perro imaginario, no desperdicia ninguna oportunidad para denunciar que nuestra juventud adolece de una verdadera “cultura del esfuerzo”. Frustrados por sobreprotegidos, los jóvenes son fácilmente susceptibles de sucumbir a adicciones (drogas, videojuegos, redes sociales) que truncarán sus proyectos de vida y nos llevarán a todos al fracaso social, según lleva ya tiempo advirtiendo la presidenta.

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Ahora el delfín de Ayuso, Ignacio Dancausa, de quien supimos hace no mucho que negociaba accesos preferentes en bares y discotecas y descuentos en copas y chupitos para los afiliados a las Nuevas Generaciones que preside, carga contra la marihuana por ser una droga cuya consideración de blanda, según parece, encubre sus verdaderos peligros. Dancausa asegura que eso es lo que está sucediendo en Estados Unidos, país que está atravesando una epidemia sanitaria por el uso descontrolado de medicamentos sin receta como el fentanilo. Que el problema en EEUU sea con el tráfico de una droga de uso médico en ausencia de un sistema sanitario público o que el alcohol sea una droga blanda con efectos sobre la salud y sociales mucho más dañinos que el cannabis, es algo que Ignacio Dancausa, por lo visto, desconoce. Pero claro ¿por qué tendría que saberlo? ¿Acaso necesita Ignacio conocer esta información para hacer carrera en el Partido Popular? Obvio la respuesta.

Tampoco necesitan, por lo que parece, ni Dancausa ni su reverenciada presidenta saber que los jóvenes en España seguirán teniendo serios problemas para emanciparse en la próxima década, a pesar de la mejora relativa de sus posibilidades de acceso y permanencia en el mercado de trabajo. Una de las razones es el incremento sostenido del precio de la vivienda, un bien inalcanzable para nuestra juventud. Esto, mucho más que el consumo de cannabis, trunca los proyectos de vida de nuestros jóvenes. Donde existen adicciones, abandonos y falta de propósito no suele haber superabundancia de posibilidades sino, precisamente, imposibilidad material de asumir la vida propia como proyecto.

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Un estudio prospectivo de Ayuda en Acción alertaba hace escasos meses de que se está produciendo un "empobrecimiento constante de la juventud respecto a la población en general", lo que entre otras cosas implica que sigue aumentando la edad media en la que se emancipan los jóvenes al tiempo que crecen las dificultades para pagar los alquileres, una opción mayoritaria entre una juventud sin opciones reales de plantearse la compra mediante hipoteca.

La vivienda es uno de los problemas estructurales más serios que presenta nuestro país. El tímido intento por legislar un derecho que hasta ahora solo existía como bien de difícil acceso con el que traficar en un mercado tomado por operadores sin escrúpulos y viciado por concesiones públicas, enjuagues y corruptelas, puede verse neutralizado en Madrid, donde el gobierno de la comunidad y el ayuntamiento de Martínez Almeida negocian en las últimas semanas la insumisión de facto para garantizar, por ejemplo, que se construya un porcentaje menor de vivienda protegida al que fija la ley. A los populares no les gusta que, allí donde gobiernan, se les imponga destinar un 20% a la construcción de vivienda protegida en lugar del 10% o que se establezca un tope a los alquileres. Bajo la perspectiva rabiosamente neoliberal del Partido Popular, la vivienda tiene que circular “libre” y a los poderes públicos solo corresponde incentivar la construcción y respaldar con avales públicos, en el caso de los jóvenes, su venta. (Esperanza Aguirre es muy fan de este modelo que busca crear ciudadanos atados de por vida a la administración y a las entidades financieras).

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El modelo neoliberal es el que ha estado vigente hasta ahora, con los resultados por todos conocidos, pero ¿a quién le importan los datos sobre vivienda en España pudiendo pasarlos por alto para continuar -como sucede en Madrid continuamente- haciendo negocio con suelo público? ¿A quién le importa que los jóvenes no tengan acceso a la vivienda pudiendo tomarse una cervecita con descuentos -caso de pertenecer a las Nuevas Generaciones del PP- o sin ellos y para terminar brindando juntos al grito sentido y profundo de “no a las drogas”?

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