Opinión · Dominio público
Cartas desde Polonia
Periodista
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Corría el año 1996. Un veterano programa musical de la televisión pública polaca emitió un especial navideño e invitó a un joven político de tendencias liberales. El joven en cuestión se llamaba Donald Tusk y tuvo que interpretar uno de esos villancicos tradicionales de pastorcillos que salen corriendo hacia Belén para rendir sus respetos al hijo de Dios. El vídeo aún puede encontrarse en internet y a veces regresa a las páginas de política con una mezcla de nostalgia y cachondeo. En el plató hay luces con forma de estrella y una pequeña conífera cargada de bolas brillantes. La cara del muchacho es un poema. Nadie podía saber aún que Tusk llegaría a ser primer ministro.
Fue un mandato de siete años, una pequeña isla liberal en medio de una época marcada por las inercias ultraconservadoras. Desde que la SLD (Alianza de la Izquierda Democrática) se descalabró en 2005, dos grandes formaciones se han repartido a turnos el pastel parlamentario. De un lado, el PiS (Ley y Justicia), de querencias católicas, nacionalistas y regresistas. Del otro lado, la Platforma Obywatelska (Plataforma Cívica) de Tusk, que ha tratado de reclamar el centro con una mano tendida al votante progresista. Querer comprender esta pugna desde las coordenadas occidentales solo puede llevarnos a la perplejidad y al desconcierto.
La perplejidad y el desconcierto crecerán aún más si examinamos el mapa de alianzas internacionales. El PiS se integra en los conservadores europeos de ECR, presididos por Giorgia Meloni y vicepresididos por Jorge Buxadé y por el diputado polaco Rados?aw Fogiel. En 2019, Santiago Abascal se desplazó a Varsovia para reunirse con sus socios en la cancillería del Gobierno polaco. En un comunicado que critica la deriva de la UE, Vox aplaudía “las coincidencias en los valores entre los dos partidos políticos”. Por entonces, Polonia acababa de retirar un proyecto de ley que pretendía despenalizar la violencia doméstica cuando afectara a casos puntuales.
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La Platforma Obywatelska, por su parte, nutre las filas del Partido Popular Europeo, cuyo presidente fue precisamente Donald Tusk entre 2019 y 2022. En aquella época, el PP español celebró su XX Congreso Nacional en Sevilla y Tusk dirigió un mensaje de aliento a Alberto Núñez Feijóo, el líder llamado a cerrar las heridas de la pugna entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. "Vuelve el mejor PP", dijo el dirigente polaco en un vídeo que pudo interpretarse como una loa a la centralidad y a la moderación. "Sé que habéis pasado por momentos de dificultad, pero el PP se une ante las dificultades y nos hacemos más fuertes", añadió.
Apenas unas semanas antes, el PP y Vox habían cerrado su primer acuerdo de gobierno autonómico en Castilla y León. Preguntado sobre la cuestión, Tusk se expresó en contra de los "coqueteos con los radicales, con movimientos de extrema derecha como Vox". "Espero que esto sea un accidente y no una tendencia en la política española". Su gozo acabó en un pozo cuando el matrimonio entre Feijóo y Abascal se materializó en cada institución donde los números lo permitieron. Esta clase de coaliciones, dice Tusk, pueden parecer sólidas pero en última instancia "significan una capitulación".
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El pasado domingo, Polonia abrió las urnas de las elecciones legislativas tras una campaña electoral marcada por los vientos de cambio y por el liderazgo de Tusk frente al gobierno ultraconservador de Mateusz Morawiecki. Apenas dos semanas antes, la Platforma Obywatelska, asociada en la Koalicja Obywatelska, había llenado las calles de Varsovia con un discurso europeísta de respuesta cívica frente al PiS. El cambió se verificó. La noche electoral, con los resultados del exit poll, Tusk se felicitó por el nuevo mapa parlamentario. El PiS es aún la lista más votada, pero la Platforma Obywatelska sumaría mayoría junto a Trzecia Droga (Tercera Vía) y Lewica (La Izquierda).
La victoria de Tusk, laboriosa y un tanto agónica, presenta cierto regusto a cambio de época. Sus apelaciones a la memoria de Solidarnosc (Solidaridad), el sindicato de Lech Wa??sa, no eran gratuitas. En 1989, tras las primeras elecciones multipartidistas, la actriz Joanna Szczepkowska aprovechó una entrevista televisiva para proclamar los nuevos tiempos con una frase que iba a volverse icónica: "Señoras y señores, el 4 de junio de 1989 terminó el comunismo en Polonia". Szczepkowska se ha parafraseado a sí misma tras los comicios del pasado domingo: "Señoras y señores, el 15 de octubre de 2023 se acabó el poder del PiS".
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El trabalenguas polaco ha dejado descolocados a los líderes del Partido Popular español. En una rueda de prensa, Borja Sémper ha celebrado que Donald Tusk pueda conformar gobierno a pesar de que Koalicja Obywatelska no es la lista más votada. A diferencia de Sánchez, dice el PP, Tusk solo quiere "preservar la Constitución". Para colmo de paralelismos, el presidente Andrzej Duda podría encargar a Morawiecki que trate de formar gobierno igual que el rey Felipe VI se lo encargó a Núñez Feijóo. Es decir, para perder. Morawiecki, no obstante, sugiere que debe liderar este proceso porque así lo dicen "las reglas de la democracia".
¿Qué vela tiene el PP español en este entierro cuando resulta que Tusk ha concentrado todo su programa político en un antagonismo encarnizado con la ultraderecha? ¿Cómo encaja la alianza inexpugnable de Feijóo y Abascal frente a un nuevo gobierno polaco que debería contar al menos con el apoyo periférico de la izquierda? ¿Cómo casa la derechización del PP español con un Tusk que ha viralizado durante la campaña electoral mensajes de simpatía —sincera o no— hacia los colectivos LGTBI, el movimiento feminista o el activismo climático?
Si todo transcurre de acuerdo al guion, el PiS quedará fuera del Gobierno de Polonia lo mismo que Vox quedará fuera del gobierno de España. Ahora Koalicja Obywatelska se enfrenta a una confusa ensalada de asuntos pendientes: la inflación, el derecho al aborto, la guerra de Ucrania, las políticas migratorias y la frontera con Bielorrusia. Ha llegado la hora de la verdad. Ha llegado el momento de comprobar si Tusk atina con sus promesas de vuelo rápido o si desafina igual que desafinó hace veintisiete años cantando en todas las pantallas una jovial pero chirriante tonadilla navideña.
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