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Opinión · Dominio público

Ni un céntimo menos, ni un minuto más

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Manifestación convocada por los dos grandes sindicatos, CCOO y UGT, en Madrid. EFE / Fernando Alvarado

Escribía Rodolfo Walsh, escritor y militante de izquierda asesinado por la Dictadura argentina que encabezaba Videla: “ Las clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores y trabajadoras no tengan historia (...) Cada lucha debe empezar de cero (...)”.

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Recordar estas líneas del escritor argentino es evocar que la pelea por la reducción del tiempo de trabajo viene de muy lejos.  Un somero recorrido resalta algunos episodios heroicos de la actividad del movimiento obrero y así, podemos destacar, desde los inicios del movimiento obrero inglés a favor de la jornada de 10 horas, pasando por las huelgas de Chicago en 1886, que lograron la jornada de 8 horas, los Congresos de la Primera Internacional, el 1 de Mayo o la propuesta de los tres ocho: 8 para trabajar, 8 para descansar, 8 para el ocio. 

Incluso el historiador Edward  P. Thompson comenta cómo las organizaciones campesinas y artesanas, en los siglos anteriores, se organizaban en torno a una concepción del tiempo de trabajo. 

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Observando el desarrollo capitalista del siglo XIX , y las condiciones de los niños y niñas, mujeres y hombres, Marx afirma que la jornada laboral es el producto de una disputa y enfrentamiento intenso entre la clase capitalista y la clase obrera. Establecer los límites temporales no es solo poner límites a las ganancias empresariales, sino también una disputa por conquistar el ocio y que este no sea solo un privilegio de las clases dominantes. 

Hacia finales del XIX la mayoría de los países avanzados ya contaban con una legislación que limitaba la jornada en un tope de 8 o 10 horas. 

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En España, tras una huelga de 44 días en Barcelona en 1919,  la de la Canadiense, se  conquistó la jornada de 8 horas; se consiguió la readmisión de los ocho sindicalistas despedidos y el reconocimiento sindical. La convocatoria que paralizó la ciudad y una parte importante de la industria catalana, fue convocada en solidaridad con los despedidos.  

En el curso de una huelga en Asturias, en 1922, donde la patronal había hecho pública su decisión de recortar los salarios un 20% o aumentar la jornada, el  dirigente minero, fundador del Sindicato Único de Mineros, Benjamín Escobar, expulsado del Partido Socialista, que milito en el PCE, y poco después en el Bloque Obrero y Campesino de Joaquin  Maurín, formación que impulsaría la Alianza Obrera, acuñó la consigna de 'Ni un céntimo menos, ni un minuto más', en un conflicto largo y duro que comenzó el 22 de Mayo y finalizó el 9 de Agosto . 

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Durante el siglo XX, sigue existiendo otro ciclo de huelgas, en 1917 la Constitución mexicana decreta las 8 horas, en 1929, sucede lo mismo en Argentina. Las revoluciones rusas de 1905 y 1917 ocupan en este periodo un lugar central, sin desmerecer las luchas y revoluciones en otros países europeos 

Las guerras mundiales volverían a poner en el centro las luchas por las condiciones laborales contra la sobreexplotación, en un marco de economía de guerra donde las élites guerreras exigían  incrementos enormes  de  la productividad y  aumento de la duración de las jornadas hasta casi la extenuación.  

El ascenso del nazismo conllevaba vencer la resistencia y aniquilar las organizaciones obreras. En ese infausto periodo descendieron los salarios y se incrementaron las jornadas. 

Durante la segunda mitad del siglo XX también la reducción de la jornada por  las 35 h, generó luchas importantes en los distintos países de Europa. No están todas las luchas por la reducción de la jornada habidas, faltan muchas, pero allí donde se ha conseguido rebajar la jornada, ha tenido que ser conquistada y arrancada a través de la movilización. El papel de la movilización social y la represión que ha sufrido el movimiento obrero es importante que se conozca porque nada en la vida es regalado. 

La reducción del tiempo de trabajo ha sido, es y será una demanda natural del movimiento obrero no solo  contra la explotación, sino también por el derecho a organizar el tiempo libre, la educación y  el ocio, de manera autónoma.  

El Coordinador del Informe PRESME sobre la “Precariedad laboral y la salud mental” del Ministerio de Trabajo, Joan Benach, catedrático del Dpto de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu y Fabra, y doctor en Salud Pública por la Johns Hopkins University, en la revista  Por experiencia de la Fundación cultural 1 de Mayo, señala “las ventajas tan notables que tiene la reducción de la jornada; el aumento del tiempo libre, la mejora del medioambiente, reducir el estrés y mejorar el sueño y la salud , reducir el desempleo, compatibilizar los horarios escolares, el estudio y la participación social, extender la solidaridad, mejorar el cuidado de las personas y desprecarizar el trabajo. Sin embargo, su implementación no debe ser en menoscabo de los salarios y las condiciones de trabajo”. 

Trabajar menos para trabajar todos es un objetivo del movimiento obrero a nivel internacional. La reducción del tiempo de trabajo es un instrumento para mejorar las condiciones de trabajo, luchar contra el paro y reequilibrar el reparto de la riqueza. 

El Fondo Monetario internacional no ha tardado en lanzar sus falsas amenazas haciendo una lectura favorable a los intereses empresariales en su valoración de la experiencia de Francia, proponiendo el recorte de los salarios en proporción al tiempo de reducción y profetizando erróneamente -como casi siempre- que si los salarios no se reducen inicialmente se puede provocar años de moderación salarial, a la vez que alienta las posiciones empresariales de reducir las cotizaciones para compensar el alza de costes, aduciendo que la reducción del tiempo de trabajo impediría a las empresas invertir. Como se puede comprobar, nada más alejado del marco económico, como demuestran la multitud de estudios realizados. 

En los últimos años, la parte de los salarios en el valor añadido de las empresas ha aumentado, pero la tasa de inversión no lo ha hecho en igual proporción y quienes se han beneficiado han sido las ganancias no invertidas, especialmente las rentas financieras.  

En Francia, la reducción del tiempo de trabajo llevó a una excepcional creación de empleo histórica donde una parte del incremento de la productividad fue redistribuida a las personas asalariadas. 

Hay gentes que opinan que son las empresas por sí mismas las que crean empleo, aunque está superdemostrado que éstas no tienen capacidad de crear empleo: los empleos son fruto de la evolución de su mercado. 

El empleo aumenta con la actividad, se reduce con el incremento de la productividad horaria y aumenta con la reducción de la jornada. 

El reparto de salarios /beneficios y el reparto empleo/tiempo de trabajo esta relacionado. Un alto índice de paro está asociado a una menor proporción de salarios.  

Actuar sobre el tiempo de trabajo implica poner en cuestión de forma clara el reparto entre salarios y beneficios. Una buena contratación y sin pérdida de salarios, implica un incremento proporcional de los salarios. 

Cuando algunas elites capitalistas rechazan y condenan la idea de reducir el tiempo de trabajo o buscan mil vericuetos, para en los hechos alargar la jornada, buscan conseguir las concesiones. Las organizaciones empresariales participan en las negociaciones con el objetivo de buscar un resultado  de suma cero. Por todo ello, no es inútil mostrar que la reducción de la jornada puede hacer retroceder el desempleo. 

La reducción del tiempo de trabajo permitiría  relanzar el consumo, al aumentar la masa salarial en proporción a los contratos de trabajo incluidos. 

La idea de una ley marco, por moderada que fuera, debería ofrecer garantías en todos los aspectos, organizar la financiación, evitar el fraccionamiento de las negociaciones, reforzar el derecho del trabajo y ser lo más favorable a un empleo de calidad, reabsorbiendo el trabajo a tiempo parcial y, a fin de evitar una intensificación del trabajo, generar 'contrataciones compensatorias' proporcionales a la reducción del tiempo de trabajo, además de tener en cuenta las aspiraciones diferenciadas de los trabajadores y trabajadoras (diaria, semanal, anual). 

En los últimos años, los ataques al mundo de trabajo son demasiados. La aprobación de una ley marco de jornada debería servir para clarificar, entre otras, las jornadas a tiempo parcial, la turnicidad, la flexibilidad horaria, la práctica del las horas extraordinarias obligatorias a demanda, la fragmentación de empresas y trabajo, digitalización, robotización, inteligencia artificial, las plataformas digitales… Hoy siguen existiendo demasiados centros de trabajo y sectores que no tienen que envidiar las jornadas de los últimos años. 

No cabe duda que la aplicación de la reducción de la jornada exige un control de las decisiones empresariales y que, de una vez por todas entre la democracia en los centros de trabajo a través de una real participación sindical. 

Parafraseando al gran jurista Umberto Romagnoli, (1935-2022), catedrático del Trabajo de la Universidad de Bolonia, Director de la Revista “Lavoro y Diritto”, uno de los autores más influyentes y prestigioso del Derecho del Trabajo italiano: “la empresa en el mejor de los casos es republicana pero nunca puede ser democrática, porque mientras la dialéctica gobierno-oposición presupone la alternancia, en el centro de trabajo la inversión de los papeles es inadmisible.” 

Una ley marco debería tener en cuenta las relaciones en el mundo del trabajo y democratizar el trabajo. 

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