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Opinión · Dominio público

Los nuevos centros financieros

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SERGIO PLAZA CEREZO

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Nueva York y Londres se erigen como las dos capitales de las finanzas globales. Si Madrid tiene una visión de América Latina, Nueva York y Londres son las únicos centros financieros con una visión auténticamente global de la economía mundial. Si los medios de comunicación se ubican donde está la información, los diarios y semanarios de referencia en las finanzas internacionales son neoyorquinos –Wall Street Journal– o londinenses –Financial Times y The Economist–.

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La relación entre los centros financieros de Londres y Nueva York es híbrida, combinando rivalidad y cooperación dentro del puente áereo transoceánico más sólido que existe. Los grandes bancos de inversión neoyorquinos tienen su segunda sede operativa en Londres; aunque la Bolsa de Nueva York se ha fusionado con Euronext, el consorcio de bolsas continentales liderado por París.

Cuando se analiza la jerarquía de las finanzas internacionales, suele clasificarse a Nueva York un par de escalones por encima de Londres; pero, en los últimos años, diversos medios vienen advirtiendo un ascenso de la capital británica.

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A partir del fiasco de Enron, el reforzamiento de la regulación ha elevado los costes de transacción para operar en Nueva York, por lo que dicha plaza ha perdido su hegemonía en el ámbito de las ofertas públicas de venta, llevadas a cabo por grandes corporaciones que buscan financiación internacional. Los analistas miran con lupa detalles como el reforzamiento de Londres en el negocio de la banca de inversión. Se habla también de la creciente atracción ejercida por la capital británica sobre la clase creativa internacional a partir de su oferta de ocio.

¿En qué medida la crisis global puede conducir al declive del poder financiero de Wall Street? Cuando se coloca a Nueva York por delante de Londres en las finanzas internacionales, dos tipos de instituciones marcan la diferencia: los grandes bancos de inversión y las agencias de calificación de riesgo (rating). Se trata de los dos costados de Wall Street que se encuentran más debilitados, después de su perniciosa implicación en la gestación de la crisis financiera global. Y, además, se añaden los problemas de un banco principal como Citigroup.

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La ventaja neoyorquina como primer centro de información financiera se traduce en el poder de las agencias de calificación riesgo, un mercado oligopólico con dos operadores principales: Moody’s y Standard and Poor’s. Los ministros de Economía de América Latina son buenos conocedores del poder omnímodo de estas agencias como evaluadoras del riesgo-país asociado a las emisiones de deuda pública.

La reputación de estas entidades se ha visto dañada al certificar con la máxima calificación de solvencia a toda una serie de activos tóxicos. Si las agencias de calificación de riesgo no detectaron un problema interno en Estados Unidos, ¿en qué medida tienen una buena información sobre lo que ocurre en el resto del mundo?. El presidente Lula Da Silva es aclamado por la buena gestión macroeconómica de su gobierno; pero, durante las elecciones celebradas en 2002, que le llevaron al poder, la desconfianza de Wall Street promovió una inestabilidad financiera sin fundamento en el país sudamericano.

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Los bancos de inversión neoyorquinos ejercen funciones muy diversas. La colocación de emisiones de deuda o la gestión de fusiones y adquisiciones remarcan su poder internacional. Estas entidades han participado en la génesis de la crisis financiera a través de las emisiones de productos estructurados, derivados de hipotecas basura, vía titulización. El colapso de Bear Stearns y Lehman Brothers evidencia la vulnerabilidad del sector.

El escándalo Madoff ha supuesto la puntilla para Wall Street: una nueva merma de credibilidad. Se suponía que los fraudes piramidales no podían ocurrir en el epicentro de las finanzas globales. El hecho de que las implicaciones internacionales sean tan significativas vuelve a contrastar el poder detentado por los brokers neoyoquinos.

Si hay una crisis de confianza y Wall Street ya no puede ampararse en la fortaleza del binomio formado por bancos de inversión y agencias crediticias, ¿recogerá la City el testigo? Londres dispone de un gran activo: su experiencia como centro financiero consolidado desde la época victoriana, cuyo grado de internacionalización supera al de Nueva York en muchos ámbitos. Sin embargo, el dólar continúa siendo la moneda refugio en tiempos de crisis: Wall Street no quiere ceder su trono.

Londres ha demostrado una flexibilidad extraordinaria para adaptarse a entornos cambiantes. La City anticipó la llegada de la globalización, destacando su papel pionero en el desarrollo de los euromercados –años setenta– y la desregulación temprana de su mercado de valores –años ochenta–. La credibilidad del plan de rescate de Gordon Brown debe interpretarse dentro de esta tradición. El Imperio Británico pasó a la historia, pero el poder financiero de Londres no ha cesado de crecer.

¿Se producirá un ascenso de Londres y un declive de Nueva York? La City también se encuentra en apuros. El altísimo grado de desarrollo de su sistema financiero y la conexión simbiótica con Wall Street han favorecido el contagio. Los grandes bancos británicos están debilitados, por lo que requieren inyecciones de capital. La tendencia hacia una economía mundial cada vez más multipolar, donde los mercados emergentes adquieren un nuevo protagonismo, resulta muy evidente. La crisis podría acelerar una tendencia que todavía está menos marcada en las finanzas internacionales. Las reservas multimillonarias que acumulan China y los países del Golfo Pérsico evidencian nuevos polos de poder. Y, en los propios países emergentes, se están expandiendo los centros financieros, modestos hasta tiempos recientes, de Dubai, Bombay, Sao Paulo o Shangai.

Sergio Plaza Cerezo es Profesor de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid

Ilustración de Iván Solbes 

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