Opinión · Ecologismo de emergencia
La sequía permanente
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Santiago Martín Barajas
En las últimas semanas ha llovido bastante en toda la Península Ibérica, habiendo subido sensiblemente el nivel de los embalses, aunque todavía seguimos varios puntos por debajo de la media de los últimos diez años, para esta misma semana. Todavía nos faltan en los embalses varios miles de hectómetros cúbicos de agua almacenada para alcanzar los valores medios de años anteriores.
2017 fue un año seco, en el que llovió un 29% por debajo de la media. A pesar de ello, se regaron los cultivos sin ningún tipo de limitación, llegando al final del año hidrológico con los embalses a tan sólo un tercio de su capacidad. Hace tan sólo un mes, el agua embalsada se situaba 23 puntos por debajo de la media de los últimos 10 años para la misma semana. Y si no hubiesen llegado las lluvias de las últimas semanas, muy posiblemente se abrían producido este verano restricciones al abastecimiento en bastantes poblaciones, incluyendo algunas ciudades importantes.
Sin embargo, nuestro país cuenta actualmente con 1.225 grandes embalses, siendo el quinto país del mundo con más infraestructuras de este tipo, y el primero de la Unión Europea. ¿Cómo es posible, con esa extensa red de embalses, que tan sólo un año de sequía nos haya llevado a una situación que podría haber acabado siendo crítica? Es debido a dos motivos principales: por una parte, los recursos hídricos disponibles se han visto reducidos en un 20% en los últimos 25 años, por la subida de las temperaturas que se está produciendo a causa del cambio climático. Es decir, para mismo nivel de lluvias, el volumen de agua aprovechable es un 20% menor.
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En segundo lugar, se debe al espectacular crecimiento que se han producido de las demandas en los últimos veinte años. Este crecimiento ha tenido lugar especialmente en el regadío, habiendo crecido la superficie regada en el conjunto del país del orden de un 21% en los últimos 20 años. Según el INE, en 2015, el regadío suponía el 84,3% del consumo total de agua, pero si tenemos en cuenta los retornos (el agua que después de ser utilizada vuelve a los cauces, y que puede volverse a utilizar), nos encontramos con que el consumo real del regadío asciende al 93% del total. Ello es debido a que el retorno del abastecimiento urbano supera el 80%, mientras que el porcentaje de agua que después de utilizarse en el regadío vuelve a los cauces, apenas llega al 10%, porcentaje que sigue bajando a causa de la modernización del regadío que se está produciendo en los últimos años.
En definitiva, se podría afirmar que el agua, conforme llega a los embalses, se deriva al regadío. Los embalses, que se construyeron para almacenar el agua y poder utilizarla en los periodos secos, casi funcionan ya como meras estaciones de transferencia de agua. El agua, según se recoge, se consume en los campos de cultivo. De hecho, podría decirse que, con el agua, en nuestro país cada vez “se vive más al día”. Ello nos conduce irremediablemente a una situación de sequía crónica o permanente, en la que cualquier periodo de sequía propio de nuestras latitudes, podría llevar a nuestro país a una situación de auténtico colapso hídrico. No olvidemos que en décadas anteriores hemos sufrido sequías mucho más agudas y extensas en el tiempo, que la de 2017.
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A pesar de ello, algunos sectores políticos y económicos ya se están apresurando a afirmar que la sequía ha acabado, lo cual no es cierto, con el fin de evitar que se establezcan este verano restricciones al regadío.
Desde Ecologistas en Acción consideramos que las instituciones deberían aprender del “susto” que ha dado la escasez de lluvias de 2017, y adoptar todas las medidas necesarias para garantizar plenamente los caudales ambientales en nuestros ríos y el abastecimiento a las poblaciones, lo que pasa necesariamente por limitar sustancialmente el agua derivada a los regadíos, y por reducir la superficie actualmente regada en el país, que actualmente supera ya las cuatro millones de hectáreas.
Sería deseable que este 22 de marzo, Día Mundial del Agua, funcionase a modo de punto de inflexión, y los responsables de la gestión de los recursos hídricos, anunciasen ya importantes restricciones al regadío para este próximo verano, de cara a garantizar plenamente para los meses siguientes, otros usos y funciones más esenciales (ambientales y abastecimiento a poblaciones).
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Deberían tener en cuenta que vendrán nuevas sequías, y que algunas serán más agudas y extensas que la de 2017, pues así es nuestro clima. Y que lluvias providenciales como las de las últimas semanas, que nos han salvado de sufrir un colapso hídrico este verano, es posible que en otras futuras sequías tarden mucho más en producirse.
* Santiago Martín Barajas es Coordinador del área de Agua de Ecologistas en Acción.
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