Opinión · Ecologismo de emergencia
Doñana, otra vez
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La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea condenando a España por no haber adoptado medidas para evitar la alteración de los hábitats protegidos de Doñana, frente la extracción abusiva de agua subterránea para riego, vuelve a poner en primer plano los graves problemas a que se enfrenta este ecosistema emblemático de la naturaleza ibérica.
Doñana, otra vez, se convierte en el símbolo de los peligros que acechan a nuestros espacios naturales, y que se ven agravados además por el insidioso y creciente cambio climático. Doñana representa lo mejor de nuestra naturaleza, y si Doñana está enferma, es que toda nuestra tierra lo está. La fiebre por el agua va en aumento, mientras la disponibilidad del recurso disminuye. El aumento de las temperaturas arrastra un aumento de la evaporación, y la evapotranspiración, que tiene como consecuencia una reducción plausible de los caudales que corren por nuestros ríos. Cada vez menos agua, y cada vez más regadíos, el bucle es insostenible.
Una vez más ha sido el agua el elemento determinante de la sentencia ya que, dice el TJUE, “no se han adoptado medidas apropiadas para evitar las alteraciones apreciables de los hábitats protegidos situados en las ZEPA Doñana, Doñana Norte y Oeste y Dehesa del Estero y Montes de Moguer ocasionadas por las extracciones de agua subterránea del espacio natural protegido de Doñana”.
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El caso es que las organizaciones ecologistas llevan años denunciando la situación: los cultivos de frutos rojos se extienden en el entorno de Doñana sin ningún control ambiental, ni tampoco social. Recordemos que hablamos de los mismos cultivos en los que trabajan miles de jornaleros venidos del extranjero que viven en condiciones infrahumanas. Todo parece valer para justificar el beneficio económico de esos cultivos.
Recordemos que no ha sido fácil el control de esos pozos. La guardería ambiental se ha visto en ocasiones amenazada y perseguida por tratar de poner freno al expolio del agua en Doñana. Los ecologistas son perseguidos, y todo vale para mantener activa la extracción ilegal del agua del subsuelo de Doñana.
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Es una pena que se haya llegado hasta aquí, pero ahora la sentencia del Tribunal Europeo debe suponer un punto de inflexión definitivo. Hay que actuar con urgencia: la Junta de Andalucía no se puede permitir seguir mirando para otro lado mientras Doñana se muere de sed. El Gobierno debe abordar el asunto con urgencia, y poner fin al expolio del agua de Doñana.
Pero lo más grave es que Doñana una vez más es sólo el síntoma. La utilización abusiva del agua es la norma y no la excepción. Nadie se atreve a cuestionar el aumento de los regadíos, a pesar de que no puede sostenerse por la creciente escasez de agua.
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Todavía a estas alturas algunos hablan de un “Pacto Nacional del Agua” para tratar de justificar trasvases, cuando lo que necesitamos abordar políticamente es un Pacto para reducir los actuales consumos abusivos e insostenibles.
Mientras tanto se muere Doñana, y se muere España.
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