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Opinión · Ecologismo de emergencia

Repsol contra Greenpeace

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Activistas de Greepeace colocan una pancarta durante una acción de Greenpeace, mientras se celebra la Junta General de Accionistas de Repsol, en el Palacio de Congresos de Madrid, a 10 de mayo de 2024.Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

La intervención del jefe de Repsol, Josu Jon Imaz, ante la junta de accionistas de la compañía, en la que increpó a una joven activista de Greenpeace,  es una de las escenas más obscenas que he visto en los últimos años en materia ambiental que, por cierto, son muchas. El matonismo del que hizo gala Imaz, que jugaba en su casa ante la activista, no tiene parangón. Pero lo peor del discurso del petrolero ni siquiera fueron las formas, sino la argumentación, con esa mezcla de verdades a medias y mentiras descaradas, que utilizó para justificar las políticas de la compañía petrolera.

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El clímax de la intervención de Imaz fue la acusación al movimiento ecologista de ser causante del aumento de las emisiones que provocan el cambio climático: “Greenpeace, Finanzas Éticas y muchas personas como ustedes, movidos por el dogma y la ideología, son los responsables de que el consumo de carbón y las emisiones de CO2 [dióxido de carbono] en el mundo estén subiendo”.

Esta declaración se produjo solo unos días antes de que un grupo de ONGs presentara  una querella criminal contra los directivos y principales accionistas de la petrolera francesa Total Energies. Parece que en España los directivos de Repsol todavía no son conscientes de la responsabilidad en la que están incurriendo por impulsar el cambio climático.

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Josu Jon Imaz, actual CEO de Repsol, fue presidente del PNV. Conoce bien, por tanto, las prácticas políticas y hace uso de ellas cuando lo considera conveniente para los intereses de su compañía. Participa de forma activa en las comisiones parlamentarias para defender las posiciones de la petrolera. En el caso de la tramitación de la ley de cambio climático en el Congreso compareció ante la Comisión de Transición Ecológica para tratar de frenar o modificar el contenido de la misma. No tuvo éxito con sus comparecencias, así que tramitó sus posiciones a través de enmiendas que presentaban tanto el PNV como Ciudadanos, con el apoyo del PP y de VOX. Aunque en la ley de cambio climático no lo consiguió, sí que introdujo sus planteamientos a favor de los combustibles sintéticos en la ley vasca de cambio climático, que contó con la aprobación de PNV, PSE y EHBildu (!!).

Pero en la junta de accionistas de Repsol, Imaz fue mucho más allá: no se limitó a defender los postulados de su compañía, sino que arremetió contra el ecologismo como un matón de bar.

Imaz sabe muy bien que lo que dijo es falso: el ecologismo no es el causante del aumento de emisiones. Al contrario, son las compañías de combustibles fósiles, como la suya, las responsables. De hecho en España, la participación del carbón en el mix energético está bajo mínimos debido precisamente a la presión de esas organizaciones ecologistas que él denosta. Es precisamente en aquellos países donde el ecologismo es más débil o inexistente (China, India ) en los que aumenta el consumo de carbón y las emisiones. Esto lo sabe muy bien Imaz, aunque prefierió aplicar aquello de no dejar que la verdad le estropease una buena historia…

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Trató también de implicar a los ecologistas en sus querellas contra el otro gigante energético (Iberdrola), acusándolos de ser cómplices de esa compañía eléctrica. Él sabe muy bien también que esto es tan falso como todo lo demás, y hay numerosas pruebas de ello. Quizás sí pueda ser muestra de una sensación de aislamiento y soledad de la petrolera en un contexto social de preocupación por la gravedad de las consecuencias del cambio climático.

Algunas organizaciones, como Alianza Verde, han pedido al CEO de Repsol que rectifique y pida disculpas. Hay líneas rojas que no se deberían sobrepasar, porque lo mínimo que puede pedirse al responsable de una empresa como Repsol es que sus palabras se ajusten a la verdad. Faltar el respeto a una activista desde una posición de fuerza es muy fácil. Tanto como quedar en ridículo al hacerlo.

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