Opinión ·
El Fondo Monetario Internacional en la batalla política
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Fernando Luengo
Economista y miembro del círculo de Chamberí de Podemos
Podemos leer el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) en clave estrictamente económica. Analizar si, como afirma una y otra vez esta institución, el aumento del salario mínimo limita la creación de empleo entre los trabajadores menos cualificados; si vincular el aumento de las pensiones a la inflación dispara el déficit presupuestario; si hay que dar una vuelta de tuerca a la reforma laboral, en la dirección de desregular todavía más el mercado de trabajo. En estos y otros asuntos, la economía crítica tiene una posición radicalmente diferente; posición sostenida en un diagnóstico muy distinto del mantenido por el FMI y en una abundante evidencia empírica.
Pero si ponemos el foco en la economía nos estamos equivocando, pues el centro de todo se encuentra, como siempre, en la política. En un momento crítico, cuando se han sometido los presupuestos públicos de España e Italia, dos economías fundamentales en la construcción europea, al dictamen (a la imposición) de Bruselas, el FMI ha decidido, como tantas otras veces, entrar en la batalla política.
Los presupuestos presentados por ambos gobiernos son muy distintos entre sí, pero tienen en común que toman distancias de la hoja de ruta austeritaria. En el caso del estado español, no sólo se alejan de los rígidos dictados de la Comisión Europea, sino que plantean una batería de medidas que benefician a las mayorías sociales y limitan los privilegios de los ricos, de los que, sin duda alguna, han hecho caja con la crisis.
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Y los poderosos, cuyos intereses defiende a capa y espada el FMI, no están por la labor de ceder posiciones y privilegios. No nos equivoquemos, detrás de la parafernalia supuestamente técnica y económica está, simple y llanamente, la defensa del estatus quo.
Me inquieta que la respuesta a esta orquestada ofensiva institucional, que ahora tiene como cabeza de puente el FMI, pero donde encontramos también al Banco Central Europeo, al Banco de España, a la Comisión Europea y a la mayor parte de las instituciones estatales y comunitarias, sea replegarse, con el argumento/pretexto de que se impone el realismo.
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Esta postura ya emerge en la dirección del Partido Socialista Obrero Español. Moderar las exigencias, como si esa moderación nos situara en mejores posiciones negociadores, como si actuando de esa manera estuviéramos en condiciones más favorables para seguir avanzando en una agenda progresista. Al contrario, en situaciones como la actual, donde queda meridianamente claro quien es quien, es la hora de defender un proyecto ambicioso de cambio que beneficie de verdad a las mayorías sociales, a los desfavorecidos, por que éstos ni pueden esperar ni pueden comprender una política y unos políticos de renuncias. ¿Queremos frenar el ascenso de la extrema derecha? ¿Queremos acumular fuerzas para cambiar las cosas? Este es el momento, este es el camino.
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