Opinión · El azar y la necesidad
El jabalí de Calidón
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Érase que se era un rey, un tal Eneo de Calidón, que se olvidó de ofrecer el tradicional sacrificio anual a los dioses. Eso provocó a Artemisa, la diosa cazadora que soltó a un jabalí de dimensiones monstruosas que embestía como un loco furioso, destrozándolo todo. Los jabalíes mitológicos son así, es su naturaleza. Con el jabalí de Calidón no se podía negociar, estaba muy cabreado y era enorme. Conocí en su momento a un ejecutivo bastante agresivo de un equipo de fútbol que temía sin saberlo al jabalí de Calidón, porque afirmaba que el peor escenario con el que se podía enfrentar en una negociación de traspaso de jugadores era tratar con alguien que no tuviera nada que perder y que, además, presentará síntomas de extravagancia o de demencia.
Vistos los resultados de Grecia, y a la espera de lo que pueda o no hacer Syriza, a uno le da impresión que un nuevo jabalí de Calidón anda medio suelto, un jabalí con cara de ciudadano cabreado, muy cabreado, y enorme, porqué los ciudadanos cabreados empiezan a ser mayoría. A este nuevo jabalí de Calidón formado por una masa de ciudadanos otrora juiciosos y respetables, le importa un detrito que sus juiciosos gobernantes en Bruselas le echen del euro o que le amenacen con las diez plagas de Egipto, él embiste a diestro y siniestro votando lo que le da la gana. Y ahí está su poder, un poder loco y desbocado, que empieza a ser sometido a escrutinio en los oráculos de la UE.
Hasta la fecha la ciudadanía estaba bajo control, votando a partidos que consideraba distintos pero que en la práctica eran estrictamente iguales. Este comportamiento juicioso de la ciudadanía, de no alterar el orden de las cosas, la descalificaba como variable en el juego del poder, porqué no daba miedo, porqué su comportamiento era predecible. Es por esa razón, por el escaso temor que la ciudadanía inspiraba a la oligarquía, que se nos imponían a destajo políticas de asfixia respiratoria aparentemente aliviadas gracias a la inyección de fuertes enemas laxantes, para que la presión del aire encontrara una buena salida por el tracto rectal y no se expresara por su conducto natural, la cavidad bucal. Si los ciudadanos queremos recuperar algo de poder para conseguir que dejen de molestarnos con la inyección de sus enemas, hemos de continuar embistiendo con nuestro voto, como posesos, sin miedo y a lo loco, como el jabalí de Calindón.
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