Opinión · El dedo en la llaga
Retóricas electorales
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La idea de Zapatero de que España “tiene derecho a una nueva derecha” es, aparte de cacofónica, incongruente. ¿Qué quiere decir eso? La derecha política tiende a ser reflejo de la derecha sociológica. Es posible que el PP haya perdido una parte de su sintonía con la derecha social española (ya lo veremos el 9 de marzo), pero la experiencia de las últimas citas electorales no autoriza a pensar que los españoles de derechas quieran tener una representación política sustancialmente distinta de la que tienen. Y tanto da lo que pensemos de ello quienes no estamos en su longitud de onda.
A Zapatero le habría gustado un PP más colaborador con su Gobierno. ¡No te giba! A mí también me habría gustado un Gobierno más de izquierdas, y más federalista, y menos subordinado a intereses imperiales. Pero las realidades son las que son. La derecha española podrá ser todo lo que él quiera, e incluso bastantes cosas más, pero tiene memoria. Recuerda que hubo un tiempo en el que, bajo la batuta de Manuel Fraga, decidió pastelear con el Gobierno del PSOE en muchos terrenos, incluyendo el de la política antiterrorista (“en los asuntos de Estado”, que decían), lo que contribuyó decisivamente a que Felipe González pudiera mantenerse 13 años en el poder. Ya, para estas alturas, los jefes de la derecha saben que, como enseñara el latino Fedro y repitiera por estos lares el fabulista Samaniego bastantes siglos más tarde, no es muy buena idea seguir “del enemigo el consejo”.
Ellos van a lo suyo, y es normal. Al de la trinchera de enfrente cabe reclamarle que respete la Convención de Ginebra, pero es absurdo exigirle que no dispare.
De todos modos, tampoco debemos tomarnos demasiado en serio nada de lo que dicen en vísperas electorales los candidatos más postineros. Se dedican a un juego como el que, con no demasiada benevolencia hacia la gitanería, caricaturizó en 1936 Antonio Machado en su Juan de Mairena, citando una coplilla burlona: “Cuando dos gitanos hablan / ya es la mentira inocente: / se mienten y no se engañan”.
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A lo que añadió, inmisericorde: “El deber de la mentira / es embaucar papanatas; / y no es buena la piadosa, / sino la que engaña”.
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