Opinión · Tierra de nadie
La Orden de los Indiferentes
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De Mademoiselle Sallé, la historia recoge breves retazos. Se sabe que fue bailarina en tiempos de Luis XV, que actuó en la Ópera de París y en la Comedie Française y que encendió a Voltaire lo suficiente como para que le dedicara unos versos en los que la comparaba con una Venus danzante. La Sallé debió estar abonada al desengaño amoroso, y ello pudo ser lo que la impulsó a crear en 1738 la Orden de los Indiferentes, un extraño club tenía como insignia un cristal de hielo y cuyos miembros juraban combatir el amor en todas sus manifestaciones. Se pensaba que aquella extravagancia había durado lo que su emblema en un cubata, pero hete aquí que Rajoy se nos ha revelado como su nuevo gran maestre, aunque con otro objeto social: ya no se abomina del amor sino la ética.
Ante la trama Gürtel, el último consejo a los suyos del líder del PP ha sido que se encojan de hombros, que asistan con indiferencia a las informaciones de que su partido es una cueva de ladrones y que atiendan a las preocupaciones de los ciudadanos, entre las que, al parecer, no se encuentran que sus cargos públicos sean sobornados con coches y relojes, estén en la nómina de unos mafiosos o confíen las bodas imperiales de sus hijas a uno de los jefes del clan, que además es sobrino de Pajares, lo que no deja de tener su gracia.
La indiferencia es la marca de la casa. Rajoy es reo de indolencia y tendría otros pecados si la molicie se lo permitiese. Lleva años de perfil, como la cara de una moneda. Si ordenó que Correa dejara de trabajar con la dirección nacional del PP fue porque creyó que trataba de extorsionarle, pero le resultó indiferente que el de la gomina hiciera fortuna en otros territorios. Con una corrupción tan extendida, con ramificaciones en Madrid, Valencia, Galicia y Castilla y León, ¿es creíble la ignorancia del presidente del PP? ¿Puede aspirar a dirigir un país quién es incapaz de preocuparse por lo que esconden las alfombras de su salón?
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De manera aparentemente contradictoria, el indiferente Rajoy prometía ayer no mirar para otro lado y exigir responsabilidades. ¿Se las exigirá a sí mismo? ¿Pedirá a su vicesecretaria Ana Mato que le explique cómo pagó el Suzuki? Más que un paso al frente, cabe esperar del gallego un en pointé, ese pasar de puntillas de las bailarinas. Todo en honor de Mademoiselle Sallé, su bella antecesora.
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