Opinión · Tierra de nadie
La madre de todas las fotografías
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Tras ver desfilar a la cabra de la legión, Zapatero voló a Washington para hacerse hoy con Obama la madre de todas las fotografías, una prueba similar a la caza del león por la que debían pasar los jóvenes masai para convertirse en guerreros adultos. Uno puede gobernar un país más de un lustro pero si no tiene en el saloncito de Moncloa una foto suya en la Casa Blanca siempre será considerado un estadista de medio pelo por su incapacidad para bruñir con sidol el prestigio internacional de España. Lo que se espera de la instantánea es que muestre inequívocos signos de camaradería, sin llegar al extremo de retratar al invitado con los pies sobre la mesa porque, además de ser un gesto muy macarra, raya mucho la caoba.
Como nos suelen salir carísimas, con las fotos de nuestros presidentes en Washington tenemos cierta prevención. La experiencia ha demostrado que no basta con proclamar la amistad inextinguible de ambos pueblos, la alianza inmarcesible de sus gobiernos y varias cosas más acabadas en ‘ible’, sino que hay que demostrar el movimiento andando, y ahí es donde empiezan nuestros problemas, tal es la costumbre americana de caminar siempre con botas militares en vez de con las Reebok de tenis. Así que renovaremos nuestros votos de lealtad, que traducido al castellano quiere decir que estaremos en Afganistán hasta que se nos diga y que nos traeremos a los presos de Guantánamo que corresponda.
Si entre Aznar y Bush existían parecidos notables –ambos se habían creído el cuento de Fukuyama sobre el fin de la historia y ese nuevo orden mundial piramidal, con el payaso de McDonald sentando en la cúspide-, algo similar puede decirse de la pareja de la fotografía. De hecho, las apelaciones de Obama al multilateralismo y al entendimiento entre Occidente y el Islam, sus soflamas contra el armamento nuclear y a favor de las energías renovables y hasta su predisposición a acabar con la discriminación de los homosexuales son lugares por los que Zapatero ya se había paseado mucho antes de que el “yes, we can” se hiciera famoso incluso para ir al baño.
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Teniendo a Obama como amigo no saldremos antes de la crisis, pero podremos sacar pecho por el mundo. Lo que no se entiende es que, siendo tan notables las analogías, nadie haya protestado porque Zapatero no haya compartido ex aequo el Nobel de la Paz. Es otro tributo que tendremos que pagar.
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