Cargando...

Opinión · Tierra de nadie

Usted no sabe a quién está esposando

Publicidad

La exhibición pública de los imputados de la trama Pretoria, esposados y recogiendo las bolsas con sus pertenencias antes de ser conducidos ante Garzón, ha causado hondo malestar en ambientes judiciales y políticos, hasta el punto de que el propio presidente de la Audiencia Nacional ha ordenado una investigación para aclarar lo sucedido. Acostumbrada al trato exquisito que se dispensa a otros presuntos delincuentes, cuya dignidad se preserva con capuchas y acelerando a empujones su entrada en los juzgados, la ciudadanía está soliviantada. Por si fuera poco, y para aumentar la conmoción, las televisiones no advirtieron a la audiencia con algún sobreimpresionado del tipo “si usted es un político, estas imágenes pueden herir su sensibilidad”. Está visto que ya no se respeta nada.

Click to enlarge
A fallback.

Esto sucede en un país que se ha consagrado a la causa de preservar los derechos fundamentales de los detenidos. Puede entenderse que algo así ocurra en Estados Unidos, como cuando Michael Jackson fue acusado de abusos a menores, se entregó, llegó a prestar declaración esposado a la vista de todos y una hora después fue puesto en libertad tras pagar una fianza. Pero aquí los detenidos son sagrados, y más aún si son inmigrantes sin papeles, a los que, llegado el caso, se expulsa con casco y camisa de fuerza para respetar su honor y su integridad. Y, por supuesto, no se les graba con la chichonera puesta, porque se vela por su buen nombre y para que no se les confunda con la Vuelta Ciclista.

La difusión de las imágenes de Alavedra, Prenafeta y Bertomeu Muñoz esposados ha causado además un daño irreparable al PP, a quien injustamente se ha arrebatado el monopolio de mostrar encadenados a sus cargos públicos. Así que toca buscar culpables de la misma forma que se hizo en Mallorca, cuando los policías debían presentir que a un político no se le ponen nunca grilletes, a pesar de que una instrucción de diciembre de 2007 les confiere la potestad de decidir cómo se traslada a un detenido.

Publicidad

Falta un protocolo exhaustivo que recoja, por ejemplo, que si el imputado es un político, en activo o retirado, ha de ser conducido ante el juez en coche oficial de gran cilindrada y no en un vulgar furgón, que desprestigia mucho. Y en vez de bolsas, samsonites con ruedas. Con estas normas básicas y un buen biombo, no hay robo que empañe una reputación ganada a pulso.

Publicidad

Publicidad