Opinión · Tierra de nadie
Durán y los homosexuales
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Durán i Lleida es un señor educadísimo y muy agradable de trato. La ilusión de su vida era ser ministro, pero por fas o por nefas nunca se le cumplió el sueño. También lo era liderar CiU, un sueño más imposible que el anterior. Buen parlamentario, el de Unió se ha descubierto en los últimos tiempos como el azote de Zapatero. En medio del descrédito de los políticos, las encuestas le han consagrado como el tuerto en el país de los ciegos y hasta Anson, que tiene el ojo clínico en el oftalmólogo, había llegado a proponerle como cabeza de una moción de censura y presidente de un gobierno de concentración que convocara inmediatamente elecciones.
Sin embargo y ante todo, Durán es democristiano, con acento en cristiano, y los homosexuales, siendo hijos de Dios, siempre le han parecido un poco raritos. Cuando se planteó el matrimonio entre personas del mismo sexo, estuvo en contra y pidió un referéndum para que el pueblo soberano se pronunciara. Como se habrá adivinado, Durán rechaza que los homosexuales puedan adoptar niños porque, en su opinión, “estas parejas no garantizan el afecto suficiente a las criaturas”. Sería injusto hablar de homofobia, aunque resulte evidente que el dirigente nacionalista no se iría de crucero con el comité organizador del Día del Orgullo Gay.
Durán era también, o así lo parecía, un tipo inteligente, y por eso han sorprendido sus críticas a la Generalitat por actuar contra una clínica que ofrecía curar la homosexualidad con pastillas y terapia, y, sobre todo, sus explicaciones: “No tiene sentido que se celebre que un heterosexual se convierta en homosexual (…) y que a la inversa no pueda recibir ayuda por parte de personas que puedan orientarle”. O este hombre faltó a clase el día que explicaron que la homosexualidad no es una enfermedad ni un vicio propio de degenerados o, realmente, tiene un problema.
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Lo que tendría que preguntarse Durán es qué puede llevar a gays y lesbianas a pedir apoyo para reprimir la orientación sexual con la que han nacido, y si influye en algo que políticos como él contribuyan a perpetuar la discriminación y los guetos. La homosexualidad no tiene cura, pero la obsesión que le aqueja quizás la tenga en las manos adecuadas. Debería hacérselo mirar. Dicho sea con los mejores deseos de un rápido restablecimiento.
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