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Opinión · Tierra de nadie

Negociar con los controladores

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El pueblo soberano ha llegado a la conclusión de que los controladores son culpables y lo que se discute ahora es si será suficiente con los despidos o si también habría que escaldarles con agua hirviendo. Ahorrémonos las disquisiciones acerca de sus sueldos y privilegios, que vienen de antiguo, sobre la oportunidad de apretarles las clavijas al inicio de un puente e, incluso, respecto a la discutible legalidad de una militarización que hay quien entiende que no estaría amparada por la declaración de alarma. Miremos al futuro, que diría Rajoy. ¿Y ahora qué?

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La pregunta se las trae porque media un abismo entre lo que espera una ciudadanía dispuesta a engrasar el potro de torturas para aumentar en medio metro la talla de los controladores y lo que el Gobierno está en disposición de hacer tras reparar en que no es posible poner a dirigir el tráfico aéreo a la Guardia Civil. Ello explicaría que AENA sólo haya abierto 442 expedientes, cuando lo lógico sería haber sometido a este trámite tanto a los que abandonaron su puesto de trabajo como a los que no se incorporaron al suyo, es decir, a toda la plantilla, y que el ministro de Fomento haya distinguido entre los controladores responsables y sus sediciosos líderes sindicales, estrategia a la que también se ha apuntado la Fiscalía.

La situación puede verse tal que así: los cerca de 2.400 controladores se saben insustituibles; el estado de alarma no se puede mantener indefinidamente por un conflicto laboral; los despedidos, si es que llega a haberlos, se contarán con los dedos de una mano y es predecible que sus compañeros, reincorporados a la vida civil, no se quedarán con los brazos cruzados; no es aconsejable una tensión permanente con un colectivo que es responsable de la seguridad de miles de personas; fomentar la preparación de nuevos controladores a 50.000 euros el curso es como fabricar gárgolas con la boca cerrada.

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Como parece que no es posible fichar a nuevos controladores en el mercado de invierno que prometan, además, no tomarnos como rehenes en Semana Santa, la única salida es negociar con los que tenemos. A esa conclusión tendrá que llegar el Gobierno, al que ahora se jalea para que sea Torquemada y que ya ha insinuado que no tiene hogueras para tanta gente. Ganar un pulso no implica perder la cabeza.

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