Opinión · Tierra de nadie
El aznarismo no tiene enterrador
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Existe coincidencia entre los analistas políticos que la exclusión de Cascos de los carteles electorales del PP en Asturias es una consecuencia más del entierro ordenado del aznarismo que Rajoy lleva oficiando en el partido con esa pereza suya que algunos llaman prudencia. Quienes recuerden al gallego recogiendo hace unos días de manos de Aznar los informes en los que han de basarse las propuestas de racionalización del gasto público de los populares, elaborados por FAES, pensarán que este hombre hizo bien en hacerse registrador de la propiedad porque como enterrador no hubiera tenido futuro.
El pretendido entierro del aznarismo ha ignorado a Javier Arenas, esa joven promesa del centro derecha que es, en realidad, el que controla el partido, y que si tampoco gana en esta ocasión las elecciones andaluzas debería presentar su candidatura al Guinness al político más derrotado, que ahí sí que no tendría oponente. Y también ha dejado vivo a Federico Trillo, que es el alma del PP en temas de Interior y Justicia, cuya abnegación a la defensa de varios de los implicados en la trama Gürtel es tan intensa que la factura aparte.
Al sepelio tampoco ha sido llamado Mayor Oreja, quien encabezara la lista del PP al Parlamento Europeo pese a su desconfianza en la firmeza de los principios de Rajoy, y que en cada reunión de maitines en Génova advierte de que el Gobierno negocia con ETA hasta en las colas del INEM, donde es fácil pasar desapercibido. ¿Ha sido sepultado Cristóbal Montoro, ex ministro de Aznar como los anteriores, que, gangueando y todo, es la voz económica del partido? ¿A qué entierro nos estamos refiriendo?
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Tiene uno la impresión de que el mayor enemigo de Cascos no ha sido Rajoy, sino él mismo y algunos miembros del PP que lo aborrecen, tal es el caso del propio Arenas, cuya animadversión data de los tiempos en los que el andaluz estaba soltero, y de María Dolores de Cospedal, a quien le supo mal aquella afirmación suya de que compatibilizar la secretaría general con la presidencia del PP de Castilla-La Mancha sólo podía significar que curraba menos que el ángel de la guarda en ambos puestos. Aconsejado por ellos, Rajoy ha optado por hacerle sitio en su armario de cadáveres políticos pero a Cascos, que ahora va de Jovellanos, no hay ropero que lo soporte.
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