Opinión · Tierra de nadie
El brazo corta con el cuerpo
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A falta de conocer su nombre, a los partidarios de que la nueva Batasuna siga proscrita en las próximas elecciones municipales no les ha bastado con la condena de la violencia que se recoge en sus futuros Estatutos, en la que se incluye una mención expresa al terrorismo de ETA. Exigen a sus promotores dos requisitos adicionales a los contemplados en la ley de Partidos, cuya naturaleza es esencialmente intangible: sinceridad y arrepentimiento. No obstante, salvo que puedan demostrarse conexiones inequívocas entre ETA y la nueva formación, será difícil que los tribunales los tengan en cuenta si el Gobierno acude a ellos para impedir en mayo su presencia en las urnas
Ya sea por una convicción moral o por simple pragmatismo, el hecho de que la izquierda abertzale reniegue de la violencia es un paso decisivo en el final del terrorismo. En ese horizonte, y aun siendo deseables, son irrelevantes los actos contrición sobre lo acontecido en un pasado que nadie puede cambiar, teniendo en cuenta, además, que para algunos dicho arrepentimiento seguiría sin ser creíble. A ningún político de la transición se le reclamó que abjurara de su herencia franquista.
Se dirá que los Estatutos que ayer presentó Iñigo Iruin son un simple papel, pero también están hechos de celulosa los del PSOE o los del PP. Y será difícil argumentar como causa de ilegalización la continuidad del proyecto si, como se anunciaba, el nuevo partido se muestra dispuesto a contribuir a la desaparición de todo tipo de violencia, a expulsar a cualquiera de sus afiliados que participe en actos violentos y a la reparación de todas las víctimas. Al menos formalmente, con su rechazo a aceptar tutelas externas, el considerado brazo político de ETA se amputa del cuerpo al que permanecía unido.
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Con todas las cautelas, es imposible no reconocer que los dirigentes abertzales han puesto negro sobre blanco su desmarque del terrorismo. Batasuna ha de cumplir la ley, pero dicha ley no impone cuarentenas ni deja a nadie fuera por el hecho de defender un ideario separatista. Ha llegado el momento de gestionar el final de ETA y el primero de sus hitos es facilitar a la izquierda abertzale su transición a la democracia. A quien acepta las reglas del juego hay que darle la bienvenida al club aunque no vista de etiqueta.
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