Opinión · Tierra de nadie
Don Limpio en Palomares
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Palomares forma parte de esa historia de España en blanco y negro en la que, a falta de realitys, Fraga posaba para el NO-DO con bañador de cuello alto para demostrar lo inofensivo que era el plutonio. Esta ha sido la teoría dominante durante cuatro décadas, hasta el punto de que el Consejo de Seguridad Nuclear ha venido certificando año tras año que el terreno donde cayeron dos de las tres bombas atómicas del B-52 estadounidense accidentado era un jaspe, de limpio que estaba, además de dar unos tomates espléndidos, algo radiactivos es cierto, pero nada que no pudiera combatirse debajo del grifo. Todo cambió hace cinco años, cuando un alcalde quiso cambiar lechugas por adosados. Fue entonces cuando se reveló que habían aparecido unos caracoles atómicos, se expropiaron 10 hectáreas y se puso una valla alrededor.
Tan tardío descubrimiento de la contaminación del suelo es sorprendente ya que otros controles han sido exhaustivos, con mediciones semanales de la radiación del aire, chequeos anuales a la población y análisis periódicos de las hortalizas y, por lo visto, también de los caracoles. Como la radiactividad no aparece por generación espontánea sólo caben dos hipótesis: o no se hicieron estudios del subsuelo desde que los norteamericanos retiraron en su limpieza inicial dos millones de toneladas de tierra, o se sabía y se calló, que es lo más probable.
¿Que por qué este ocultamiento? Pues posiblemente porque el silencio era lo más rentable para una zona que ha nadado en oro por una agricultura intensiva que tenía sus principales mercados en Europa, siempre tan susceptible cuando de digerir estroncio se trata. De hecho, nadie jamás habrá visto algún producto cuya procedencia en la etiqueta fuera Palomares sino Cuevas de Almanzora, que es el municipio al que pertenece esta pedanía almeriense.
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Habrá que agradecer a la especulación urbanística haber levantado la liebre y al Gobierno actual el que por fin se haya decidido a poner el cascabel a este gato con rayos X en los ojos. Una comisión técnica de EEUU visitó ayer la zona. El que contamina ha de pagar todo –no sólo la mitad como pretendía Washington- y retirar la porquería derramada. No tenemos a Fraga en condiciones de enfundarse de nuevo el meyba y contar sus experiencias a Jordi González en La Noria.
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