Opinión · Tierra de nadie
Un programa no tan oculto
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La campaña electoral que hoy baja el telón ha demostrado que el empeño de los socialistas en avivar el miedo por las intenciones ocultas del PP y denunciar que Rajoy es un tahúr con varias barajas en la manga ha sido, cuando menos, un error estratégico. No es que no sea cierto que los populares han parecido bailarinas de ballet pasando de puntillas por todo lo espinoso o que, de ambiguo, su programa se asemeje mucho a esas nubes que algunos les recuerdan una cara y a otros una estufa. Pero, en general, ha sido inútil tratar de aventar el pánico sobre una ciudadanía que, difícilmente, podría estar más espeluznada.
A Rajoy no le ha hecho falta decir exactamente qué va a hacer cuando llegue a la Moncloa porque todo el mundo se lo imagina. Los funcionarios intuyen que sus sueldos no saldrán del congelador o que, incluso, se reducirán; los asalariados suponen que la nueva reforma laboral dará todo el poder a los empresarios, y éstos que el despido les saldrá aún más barato; los bancos confían en que el nuevo Gobierno pasará el plumero a sus balances; los parados asumen que no recibirán más ayudas cuando agoten el subsidio; los dependientes interpretan que su gozo volverá al pozo; los abuelos se despiden de la prótesis de cadera; y, por supuesto, se asume que habrá más recortes en educación, adicionales a los que ya están en marcha. Programa oculto, sí, pero no tanto.
Con el miedo metido en el cuerpo, el español medio está dispuesto a tragar con todo a cambio de ser él quien se salve. Se ha resignado a que sus derechos se evaporen, a trabajar más y cobrar menos –como pedía ese visionario llamado Gerardo Díaz Ferrán-, y a pagar los destrozos de una fiesta en la que apenas llegó a probar un canapé. Se ha hecho a la idea de que se enfrenta a un castigo divino, y que el PP gestionará mejor la penitencia por eso de que tiene más contactos en la Conferencia Episcopal.
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Aterrorizados y todo, hay pocos que no estén convencidos de que el resultado electoral importa poco porque los que mandan no se presentan a las elecciones. Saben que Rajoy no es la esperanza; si acaso, lo inevitable.
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