Opinión · Tierra de nadie
El patriotismo alemán
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Parece un problema económico, pero no lo es. Más allá de la crisis del euro y de la deuda soberana, más allá incluso de que ambas se lleven por delante a España sin que a nuestro reposado presidente electo le dé tiempo a soltar prenda, lo que está realmente en juego es algo tan etéreo como la identidad europea. El aglutinante de Europa no es la moneda ni por supuesto sus instituciones. Siendo importante, tampoco lo es la democracia. Lo que identifica como europeos a pueblos tan distintos es el modelo de sociedad. Puede que el american way of life sea la hamburguesa; el de este continente era un Estado del Bienestar que se quiere desmontar a toda prisa.
Lo que está amenazando la comunidad de valores que se construyó con grandes esfuerzos sobre los escombros de dos guerras terribles no son los mercados, cuya lógica siempre ha sido la del beneficio aunque ahora se camufle con el mantra de las reformas. De hecho, habría bastado una respuesta política contundente para haber circunscrito sus efectos a Grecia, y aún hoy bastaría con poner en marcha los eurobonos para solucionar de un plumazo el acoso a la deuda pública. La amenaza proviene de una forma nueva de nacionalismo que ha prendido en Alemania con efectos devastadores.
Heinrich Heine, el último gran poeta romántico, describía hace casi dos siglos lo que está pasando ahora: “A nosotros (los alemanes) se nos ordenó ser patriotas y nos hicimos patriotas, porque hacemos todo lo que nos mandan nuestros gobernantes. No obstante, no debemos pensar que ese patriotismo es igual a la emoción del mismo nombre existente en Francia. El patriotismo de un francés significa que su corazón se anima y que ese ánimo se estira y expande hasta que su amor ya no sólo alcanza a su pariente más próximo, sino a toda Francia, al mundo civilizado. El patriotismo de un alemán significa que su corazón se contrae y mengua como el cuero con el frío, y entonces el alemán odia todo lo extranjero, ya no quiere ser ciudadano del mundo, ni europeo, sino sólo un alemán provinciano”. Si nada lo remedia, el patriotismo alemán acabará matando a Europa, o lo que es peor, a la idea de Europa. Descanse en paz.
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