Opinión · Tierra de nadie
Madrid ya estaba alarmada
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Con estado de alarma o sin él, los ciudadanos de Madrid y los del resto del país llevan tiempo alarmados. Vivir dentro de un sainete resultaría muy gracioso sino fuera porque cada día de risa floja y de vergüenza ajena por el espantoso ridículo de muchos de nuestros dirigentes políticos, de bastantes estómagos agradecidos de la Judicatura y de una clase periodística ensimismada en sus trincheras de medio pelo, culmina con la notificación de más de 100 fallecidos. El esperpento ya no tiene ninguna gracia y va siendo tiempo de que cada palo aguante su vela.
Madrid no es solo el epicentro de la pandemia sino también el kilómetro cero del bochorno. Dicho en términos más castizos, esto es el coño de la Bernarda. El estrambote a este sindiós ha sido la anulación por parte del Tribunal Superior de Justicia de Madrid de las restricciones a la movilidad decretadas por el Gobierno, que hasta ese momento se habría cruzado de brazos obviando sus responsabilidades ante la parodia de una presidenta regional que jamás habría imaginado que se podía llegar tan alto escribiendo los tuits de un perro.
Argumenta el Tribunal que no se pueden restringir derechos fundamentales con una simple orden ministerial sin la autorización de las Cortes Generales, algo que sólo es posible con la declaración de alarma o con una reforma legislativa que se ha pospuesto de manera incomprensible. Todo muy razonable si no fuera porque sus colegas de Castilla y León opinan lo contrario. Ahora bien, ¿quiere esto decir que hay ciudadanos de primera y de segunda? ¿Los vecinos de Vallecas o de Villaverde, tienen menos derechos fundamentales que el resto y por eso se pudo decretar el cierre de sus barrios por el artículo 33? ¿Qué han de pensar entonces los habitantes de Palencia o León –por citar dos casos recientes- o los de Íscar y Pedrajas en Valladolid, a los que una semana sí y otra no se les confina en sus pueblos?
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El Gobierno, en efecto, renunció a modificar la ley para evitar el recurso al estado de alarma tras anunciarlo en mayo y comprometerse a ello poco tiempo después con Ciudadanos. Únicamente con dicha declaración era posible –o eso se decía desde el Ejecutivo- restringir libertades individuales como la libre circulación. Luego cambió de idea, como lo hizo el PP en sentido contrario para coronar la antología del disparate. Los reproches de los populares por la dejación del Ejecutivo son también de guasa, habida cuenta de su primer planteamiento. ¿No era innecesario el estado de alarma porque había toda una legislación básica, desde la Ley de Seguridad Nacional a la de Protección Civil, pasando por la de Sanidad o Salud Pública, que hacían innecesaria esta excepcionalidad? ¿En qué quedamos? ¿Se podía cuando votaron en contra de prolongar el estado de alarma y dejó de poderse después?
Todo lo anterior palidece ante la reacción de las autoridades regionales y municipales, las mismas que por su incompetencia permitieron que el virus se empadronara en Madrid y que recurrieron a los tribunales para evitar que se cerrara la capital porque eso era la ruina económica. ¿Cómo íbamos a confinar a un 99% para que el 1% contagiado se cure, como rezaba la última ayusada? Oírles implorar ahora a los ciudadanos, tras conocer que las restricciones del Gobierno decaían, que no salgan de la región y deshagan las maletas es sonrojante. Pero, vamos a ver, ¿no bastaba con limitar la movilidad de algunos distritos, singularmente los más pobres? ¿Acaso el resto no se hubiera podido ir alegremente de puente gracias a esas medidas ‘quirúrgicas’ suyas tan eficaces? ¿No se les cae la cara de vergüenza?
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Son las nueve de la mañana del viernes. A esta hora se ignora si el consejo de ministros extraordinario convocado ayer de urgencia decretará el estado de alarma o si es un farol para presionar al personaje de Arniches que preside la Comunidad, capaz de pactar un día una cosa y desdecirse al siguiente, y que hasta bien entrada la noche no se ponía al teléfono. Estos irresponsables son los que piden responsabilidad individual a la población. ¿La prensa libre? A lo suyo, con esa mirada selectiva que detecta la paja en el ojo ajeno y disculpa la viga y hasta un encofrado en el propio. Seguimos contando muertos y hasta eso se hace mal.
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