Opinión · Tinta Mintenig
QUE DECIDAN ELLOS
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Por desgracia, el caso de Teresa no es único. He tenido la oportunidad de compartir meses, o años, con gente que quería morir. Y con gente que, siendo muy joven y estando aquejada de enfermedades dolorosas e incurables, no quería morir. A todos los respeto por igual. El problema es que a los que no quieren morir, todo el mundo (médicos, asistentes pagados con nuestros impuestos, etcétera) les ayudan, y a los que quieren morir, no les ayuda nadie. Y menos si son mayores. Parece que a los mayores, con darles un palmadita en la espalda y decirles “ánimo, abuela, o abuelo”, deberían consolarles nuestras palabras, porque sí. Pues no. Me merece mucho respeto Teresa porque se ve a la legua, sin conocerla de nada, que es una mujer que ha sabido tomar decisiones a lo largo de su vida. ¿Por qué esta decisión de ahora, la de morir y ya está, tiene que ser equivocada? A mí no me lo parece. Me merece tato respeto como las otras que ella tomó en su momento. Una persona así, lúcida y entera, aunque doliente, debería ser escuchada y asistida. Asistida en sus deseos, quiero decir. ¿Por qué el tema de la eutanasia es tan delicado? Está claro que deben preservarse los derechos de las personas que no querrían morir aunque su vida sea un calvario. Pero también las de las que no quieren hacer un calvario de su vida. Y si estas personas tienen que depender de una decisión política, tomémosla ya, por favor. Sí que es una cuestión delicada, pero en la vida, incluso en la de los políticos y la de los partidos, hay que tomar decisiones. Y un partido que prometió regular esta cuestión en un programa electoral, y que salió vencedor de las elecciones, debe cumplir lo que prometió. No quiero que Teresa sufra más. El sufrimiento, en sí, no creo que sea un objetivo en la vida de nadie, ni siquiera en la de las personas mayores. Si antes siempre se paría con dolor, y ahora no, ¿por qué hay que morir ahora con dolor, y con un dolor vivido y sufrido durante años? Hay que respetar la voluntad de la gente que no quiere sufrir porque sí. Y también respetar a los que quieren sufrir, aunque éstos son pocos.
Por desgracia, el caso de Teresa no es único. He tenido la oportunidad de compartir meses, o años, con gente que quería morir. Y con gente que, siendo muy joven y estando aquejada de enfermedades dolorosas e incurables, no quería morir. A todos los respeto por igual. El problema es que a los que no quieren morir, todo el mundo (médicos, asistentes pagados con nuestros impuestos, etcétera) les ayudan, y a los que quieren morir, no les ayuda nadie. Y menos si son mayores. Parece que a los mayores, con darles un palmadita en la espalda y decirles “ánimo, abuela, o abuelo”, deberían consolarles nuestras palabras, porque sí. Pues no. Me merece mucho respeto Teresa porque se ve a la legua, sin conocerla de nada, que es una mujer que ha sabido tomar decisiones a lo largo de su vida. ¿Por qué esta decisión de ahora, la de morir y ya está, tiene que ser equivocada? A mí no me lo parece. Me merece tato respeto como las otras que ella tomó en su momento. Una persona así, lúcida y entera, aunque doliente, debería ser escuchada y asistida. Asistida en sus deseos, quiero decir. ¿Por qué el tema de la eutanasia es tan delicado? Está claro que deben preservarse los derechos de las personas que no querrían morir aunque su vida sea un calvario. Pero también las de las que no quieren hacer un calvario de su vida. Y si estas personas tienen que depender de una decisión política, tomémosla ya, por favor. Sí que es una cuestión delicada, pero en la vida, incluso en la de los políticos y la de los partidos, hay que tomar decisiones. Y un partido que prometió regular esta cuestión en un programa electoral, y que salió vencedor de las elecciones, debe cumplir lo que prometió. No quiero que Teresa sufra más. El sufrimiento, en sí, no creo que sea un objetivo en la vida de nadie, ni siquiera en la de las personas mayores. Si antes siempre se paría con dolor, y ahora no, ¿por qué hay que morir ahora con dolor, y con un dolor vivido y sufrido durante años? Hay que respetar la voluntad de la gente que no quiere sufrir porque sí. Y también respetar a los que quieren sufrir, aunque éstos son pocos.
Teresa, estoy contigo y con tu lucha. Uno tiene que reclamar sus derechos. Me recuerdas a una persona muy querida, que fue muy mayor y que, aunque no estaba enferma, decía: “Me quiero morir ya. Esto no tiene sentido. Todo lo que tenía que hacer en este mundo lo he hecho ya, y ahora quiero descansar”.
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