Opinión · Tinta Mintenig
Investiga, que algo queda
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Está muy claro que actualmente los descubrimientos científicos salen a la luz simultáneamente en todo el mundo gracias a su publicación en la red. El estudio del Instituto Karolinska de Estocolmo aporta nuevos datos a unas áreas de investigación, la neurobiología y la psicobiología, que en los últimos años ha dado pasos de gigante gracias a la técnica de resonancia magnética por imagen. En un seminario realizado en el Cosmocaixa de Barcelona en octubre de 2006, cuyo título era “La química de las emociones”, ya se apuntaron cuestiones muy interesantes en este terreno.
El seminario trató temas como la lateralización de las emociones, la comunicación emocional, la química del amor o el estudio de cómo hombres y mujeres sienten y expresan las emociones de manera diferente, todas ellas analizadas desde el punto de vista científico y no social, y después de mostrar cómo funciona el cerebro fisiológicamente, es decir, cómo reacciona a los estímulos. Después del mes largo de sesiones, me di cuenta de hasta qué punto, por ignorancia u otras motivaciones, se pueden manipular hechos científicamente comprobados.
¿Qué tiene de malo comprobar, con experimentos muy rigurosos, que los cerebros de hombres homosexuales se parecen a los de mujeres heterosexuales, y los de mujeres homosexuales a los de hombres heterosexuales? Que el cerebro reacciona física y químicamente a diferentes tipos de estímulos es algo que se sabe desde hace años. Lo que pasa es que ahora estas reacciones se pueden medir cada vez con más precisión, gracias a las nuevas técnicas que registran la actividad neuronal. Y me parece de una lógica aplastante el descubrimiento de que una mujer y un hombre a quien le gustan los hombres reaccionen con una aceleración del pulso sanguíneo, por ejemplo, ante la visión de un bello ejemplar masculino. Es especialmente interesante el apartado del estudio dedicado a medir (por las reacciones físicas y químicas desatadas por el cerebro) el impulso de ataque o huída. Un macho, o una mujer homosexual, serán siempre más proclives a plantar cara al enemigo que una mujer o un hombre homosexual, que tenderán a huir porque su desventaja física (por regla general) les impondrá conservar lo que tienen, no enfrentarse e intentar escapar del atacante. ¿No les parece lógico?
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No entiendo, entonces, los ataques y el afán de algunos, que pretenden denostar estudios como éste, avalado por una de las más prestigiosas universidades del mundo. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que un comité del Instituto Karolinska es el encargado de designar el Premio Nobel de Medicina. Que gays y mujeres por un lado, y hombres y lesbianas, por otro, presenten similitudes cerebrales, no es ni bueno ni malo: es un hecho. Dejémonos de teorías, pues, a la hora de valorarlo. Sólo alguien con oscuras intenciones podría manipularlo, ya sea para demonizar o ensalzar a los homosexuales. No tiene sentido.
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