Opinión · Bocacalle
El himno de Europa y el fascismo renaciente
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Hace una semanas tuvimos oportunidad de comprobar hasta qué punto no es desechable la inminencia de un fascismo renaciente en un país como Cataluña, del que se dice no sin razón que siempre estuvo más cerca de Europa que ninguna otra comunidad de España. Hablaba El Follonero, en su programa de La Sexta, con el xenófobo Josep Anglada, del partido Plataforma per Catalunya, el concejal que en el Ayuntamiento de Vich pretendió empadronar a los sin papeles y que sin ningún disimulo manifiesta su rechazo a la inmigración y su pública aversión a los musulmanes, como pudimos advertir en el desarrollo del reportaje de Jordi Évole.
Anglada entronca con los postulados de la ultraderecha europea también renaciente, como se ha comprobado en Suecia, Austria, Bélgica o Hungría. Lo de este último país es especialmente significativo, pues en las últimas elecciones el partido que se identifica con los responsables de la más brutal guerra y masacre sufridas por la humanidad logró el 17 por ciento de los votos, poco menos que los socialistas (20 %), situándose en tercer lugar como partido más votado. De lo que está ocurriendo en Hungría tenemos información por los datos que aporta en el blog Gatopardo Eliah Meyer bajo el título El resurgimiento del nazismo financiado por la Unión Europea. Leerlos y visionar el vídeo con el que sazona su crónica nos retrotrae a un pasado que todos preferiríamos muerto pues lo llena la muerte.
Conviene reconsiderar lo que está ocurriendo en nuestro viejo continente porque acabamos de enterarnos de que esa Europa negra y renaciente, según publica la revista Interviú en su último número, acaba de socorrer al xenófobo Josep Anglada, cuyas aspiraciones políticas con su partido no se limitan a la geografía de Cataluña sino a la de España entera. En principio, para presentar su candidatura a la Generalitat en las próximas elecciones, necesitaba una cierta dotación económica. Bastó que Anglada fijara públicamente la cantidad precisa, millón y pico de euros (1,2), para que de inmediato le saliera un mecenas en Suecia, Patrick Brinkmann, empeñado en repartir incentivos entre la ultraderecha europea, en vista de que a Brinkmann, como al tal Anglada, le fascina el renacimiento de la ancestralidad europea común, expresión textual con la que acaso pretendan definir su islamofobia.
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¿Se dan cuenta lo presto que aflora el dinero en una Europa tan afectada por la crisis económica y financiera cuando se trata de aupar y fomentar el ideario que más sangre ha vertido en la historia de Europa? ¿Se puede conciliar tan nefasta perspectiva con los emotivos y armoniosos acordes que expande la sinfonía a la libertad de Beethoven como himno de Europa y anhelo de confraternización entre los pueblos?
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