Opinión · Otra economía
¡Cuidado con Vox!
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Como es sabido, Vox ha experimentado un notable retroceso en las elecciones generales, tanto en escaños (19 en relación a las realizadas en 2019) como en número de votos (623.235 menos). Unos malos resultados, muy lejos de los que vaticinaban casi todas las encuestas, que explican las dimisiones y reestructuraciones recientes, y que reflejan las tensiones de las diferentes tendencias y apoyos que han estado detrás de este partido desde su nacimiento.
Este retroceso relativo de Vox, que el Partido Popular (PP) sólo ha recogido parcialmente en votos, ha dado al traste con las pretensiones de Feijóo de gobernar en coalición, con la participación directa en el gobierno del partido fascista o con su apoyo parlamentario (ambas modalidades han cristalizado ya a escala autonómica y municipal). Una muy buena noticia. Estábamos al borde del precipicio, pero la movilización del electorado progresista ha evitado que nos despeñemos.
La valoración de la 'crisis' de Vox y de su papel, presente y futuro, en la política española debe hacerse, no obstante, con cautela. Es cierto, una parte de su electorado le ha dado la espalda, pero, con todo, ha recibido algo más de 3 millones de votos (esto significa que tiene mucho apoyo social y electoral), situándose ligeramente por encima de Sumar, un movimiento que ha reunido al grueso de la izquierda del PSOE y que, pese a todo, ha cosechado unos resultados relativamente modestos, que, en todo caso, no han impedido la consolidación del bipartidismo, uno de los hitos fundamentales en la impugnación que representó el 15M.
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A pesar de la crisis de Vox, conviene ser conscientes de que este partido tiene espacio para recomponerse y crecer. No está en retirada ni en proceso de descomposición (nada parecido a lo acontecido con Ciudadanos, cuyo electorado ha recalado en su mayor parte en el PP). Previsiblemente, la legislatura -en el caso de que no estemos a las puertas de una repetición de las elecciones, cosa que en este momento considero poco probable, mucho menos después del amplio acuerdo del 'bloque progresista' en la constitución de la mesa del congreso- se sostendrá en frágiles equilibrios, con un previsible destacado papel de Junts y de los otros partidos nacionalistas. Un escenario que permitirá levantar, con la demagogia de siempre, las banderas del patriotismo, de la descomposición de España, de la existencia de un gobierno en manos de los separatistas y de los nacionalismos excluyentes... En este contexto de tensión, provocada y magnificada por las derechas, ¿afrontará el gobierno de coalición el desafío del nuevo modelo de financiación autonómica? ¿Será capaz de abrir un proceso de negociación que conduzca a la celebración de un referéndum en Cataluña? ¿Será consecuente, en fin, con la dimensión plurinacional del Estado español? Cuestiones calientes y candentes que tendrán mucho recorrido político, que serán piezas claves en la estrategia de erosión a la que se entregarán el PP y Vox y que, en consecuencia, estarán presentes lo que dure esta legislatura.
Pero, trascendiendo estos asuntos (muy importantes, desde luego), también hay que tener en cuenta que Vox y las extremas derechas en general, que están ganando peso y relevancia en el continente europeo y más allá, se nutren de la desafección política e institucional, de una manera de gestionar lo público que en absoluto conecta con la ciudadanía, de la crisis social y medioambiental, que no deja de agravarse, y de la incertidumbre y la pérdida de referencias de un mundo en profunda crisis, que anuncia escenarios de quiebra y confrontación inéditos.
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En este contexto, la 'antipolítica' y el desprecio y rechazo por la política convencional -a pesar de que, paradójicamente- Vox forma parte de ese entramado, el negacionismo climático, el absoluto rechazo hacia nuestra memoria, la impugnación de los derechos conquistados por las mujeres y la lucha feminista... todo esto, amalgamado en un discurso confuso, con argumentos débiles o inexistentes (es cierto), pero que, en su simpleza, ante la crisis y el descrédito de lo conocido, tienen y tendrán recorrido en una parte de la población desconcertada, desafecta y/o que lo está pasando verdaderamente mal.
¡Ojo! no se trata sólo ni siquiera fundamentalmente de un fascismo residual, añorante del franquismo e ideológico. Hay mucho más que eso detrás de su ascenso y consolidación entre nosotros.
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