Opinión · Entre leones
A galopar, a galopar
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El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, reconoció días atrás que desde que aterrizó en Moncloa a finales de 2011 estaba deseando dar una buena noticia sobre el paro. La última Encuesta de Población Activa (EPA) se lo puso en bandeja de plata: la ocupación creció en 192.000 personas en el segundo trimestre en relación con el mismo periodo de 2013. Además, el desempleo descendió en 424.500 almas en el último año, situándose la tasa por debajo del 25%. Por todo ello, el gallego y su ministra Empleo, Fátima Báñez, estaban pletóricos, abrazando farolas por las calles de Madrid y cantando seguramente el Asturias, patria querida.
No era el momento de romperles el punto filipino subrayando que los 388.000 nuevos puestos de trabajo creados en el último trimestre, 180.200 fueron indefinidos y 207.000 temporales. Tampoco era plan de aguarles la fiesta destacando que la precarización del tajo y su abaratamiento están detrás del nuevo ‘milagro español’, que es ‘remilagro’ si tenemos en cuenta el pobre crecimiento.
Si a Montoro le tocamos las palmas, lo dice en la próxima comparecencia pública a capela. Al tiempo. Por cierto, la última vez que anunció algo similar, en tiempos de ‘emperador’ José María Aznar, se le olvidó de que el ‘milagro español’ llevaba incorporada una ‘burbuja inmobiliaria’ del copón propiciada por aquella Ley del Suelo que tanto le gustaba a Rodrigo Rato y a sus amigachos. Pobrecito, ¡qué mal acabó!, recogido en un consejo de administración de una entidad financiera con chófer, sueldazo y nueva secretaria. Rubia nacional, por supuesto.
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Montoro tampoco nos contará ahora que esta reedición de los panes y los peces pero con parados tiene trampa. Sencillamente, con estos salarios de mierda que la reforma laboral ha dejado, con estos empleos de cuarto y mitad, no se puede vivir. O, mejor dicho, la inmensa mayoría de los españoles no puede vivir. Apenas alcanza para sobrevivir.
Pero como con ellos, los Montoro y compañía, no va la historia, pues que se jodan, que diría la niña de Fabra, tan educada, tan de colegio de pago, tan acostumbrada a un padre que le tocaba la lotería incluso cuando no jugaba ¡Vaya suerte la suya! Magia, pura magia y muy poca vergüenza.
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Ellos viven en las casitas altas, se reúnen y se visitan y saben con certeza que siempre tendrán a mano a un Bárcenas para equilibrarles el presupuesto bajo la mesa, de una forma sobrecogedora, como Dios manda. A ellos, a todos ellos, la reducción salarial les suena a chino mandarín con salsa agridulce.
La alternativa a esta banda de señores ministros tiene nombre de apóstol de los gordos: Pedro. Hace unos meses no era ni monaguillo de la cofradía del PSOE, y ahora va para Papa Rojo si la Macarena de Triana le da su bendición en forma de autonomía. Soy de los que piensan que ella no tiene más remedio que dársela si no quiere convertirse en una bruja mala y perder todo el encanto que atesora desde que manda más en la Junta de Andalucía que Isidoro Álvarez en El Cortes Inglés. “No le toques ya más, que así es la rosa”, cariño.
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Digo esto porque quiero creer que Pedro Sánchez será él y no la caricatura que el madinismo irredento intenta hacer de él, a propósito del apoyo incondicional de Susana Díaz, cuando aún no se ha sentado en el primer sillón de Ferraz.
Quiero que sea él de verdad, con sus virtudes y sus defectos -a la espera de un buen pulidor, por supuesto-, para creerle cuando le escuche decir que el suyo será un nuevo PSOE, donde no tendrán cabida la corrupción ni el clientelismo que lo ha convertido en la cueva de Ali-Babá por momentos, en una vergonzosa oficina de empleo en los últimos años, que la España que persigue será mucho más decente, que nuestros jóvenes volverán del exilio económico porque vamos a ofrecerles trabajos dignos, que las 400.000 familias desahuciadas y los 2,3 millones niños bajo el umbral de la pobreza no son daños colaterales, que el rescate de un banco no saldrá nunca de los recortes en educación y sanidad.
Y, sobre todo, quiero creerle cuando próximamente se siente con trabajadores sujetos a un nuevo ERE de avaricia y se comprometa solemnemente ante ellos a que cuando sea presidente del Gobierno va a galopar, a galopar hasta enterrar en el mar la última reforma laboral del PP.
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