Opinión · Entre leones
Carta de ajuste
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Cuando vivía en Andalucía me quejé en más de una ocasión de que a Canal Sur se le veía demasiado el plumero filosocialista en sus informativos. Las mayorías absolutas del PSOE eran, en este sentido, insoportables por la parcialidad de los telediarios. Bueno, y por el tufillo a régimen que desprendía.
Tampoco me gustaba —y sigue sin gustarme— ese deriva populista instalada en los llamado programadas de entretenimiento de Canal Sur. A través de ellos, se refuerzan muchos de los topicazos que tanto daño le han hecho a Andalucía desde siempre. Tanto chiste, tanta copla, tanta pasión y tanta fiesta desembocan irremediablemente en una imagen de lo andaluz parcial y absolutamente demoledora para los que defendemos que nuestra tierra es mucho más que todo ese escaparate de pandereta.
Esta retahíla acaba siempre en una chacha medio analfabeta que canturrea por Juanito Valderrama o en un muchacho que cuenta casos verídicos en vez de chistes con el gracejo de Paco Gandía. Esos papeles siempre son para andaluces en esas series que las televisiones patrias emiten como churros.
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Pero cuando llegué a Madrid hace ya algunos años, vi Telemadrid y me di cuenta que las había peores. Contemplé cómo una televisión muy profesional y modélica, incluso en tiempos de Gallardón en la Comunidad, se había convertido, bajo la batuta de Esperanza Aguirre, en un auténtico bodrio. No es que manipule de vez en cuando, manipula hasta en los cortes publicitarios.
Siempre cuento que en una ocasión una conocida conductora de un programa político de Telemadrid se quejó de que, en una entrevista entre Zapatero y Rajoy en La Moncloa, no había aparecido junto a la bandera de España la del PP. En su opinión, eso era un auténtico agravio, toda vez que en un encuentro anterior entre el presidente socialista y el lehendakari vasco, la ikurriña estaba al ladito de la rojigualda. En fin, la buena señora todavía sigue por ahí dando volteretas y diciendo sandeces.
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Una vez, tras una comida con periodistas, felicité personalmente a Esperanza Aguirre por las películas del Oeste que ofrecía la tele madrileña a diario en la sobremesa —magníficas para iniciar una buena siesta—. Es lo único que me gusta y veo de Telemadrid, le dije sin cortarme un pelo. Me lanzó una mirada escrutadora mientras apuraba un habano y me perdonó la vida con una sonrisa asesina.
Pues lo dicho, si la comparamos con Telemadrid, Canal Sur es la BBC.
La verdad es que la única que se ha aproximado al modelo de la principal televisión pública británica ha sido la RTVE de Zapatero. Desde luego, ha sido la más profesional y decente de todas. Y ha sido una de las pocas ocurrencias acertadas que se le reconocen al político leonés.
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Por eso, una vez que Rajoy aterrizó en La Moncloa, el PP inició las labores de demolición. Para ello, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, eligió como presidente a Leopoldo González-Echenique, un abogado del Estado del PP que había sido asesor de Rodrigo Rato, entre otros, y que venía de una plácida etapa en NH Hoteles, una empresa que, como es sabido, está muy vinculada al mundo de la comunicación gracias a su dilatada experiencia en ofertar películas de pago en la habitación con cava y fresas.
González-Echenique entregó la dirección de los servicios informativos a la RTVE a Julio Samoano, un periodista asturiano procedente de Telemadrid, un modelo de tele que cojeaba ya de las dos piernas. En su cirrículum aparece una etapa inicial en RNE donde cosechó algún que otro éxito profesional y una tesis, de un máster en 2005, titulada “Estrategia de comunicación para el triunfo del PP en las próximas elecciones generales”. Un periodista independiente, sin ningún género de dudas.
A su vez, Samoano ha ido colocando estratégicamente a gente de su misma cuerda. Al frente de política nacional de los informativos, aprovechando que Cristina Ónega se largó al Consejo General del Poder Judicial en legítima defensa, puso hace unos meses a Luis Javier Alcalá, otro más del Sindicato Independiente de la tele. Ya se ha notado su finura profesional.
Samoano está metiendo ahora mano en la sección de deportes. Para “innovar en sus contenidos deportivos” se ha llevado por delante a María Escario y Jesús Álvarez, dos instituciones del oficio que no eran precisamente bolcheviques. A no ser, eso sí, que la apuesta por los deportes minoritarios sea un acto revolucionario.
Y, por supuesto, ha rescatado como director de deportes de los informativos a Ignacio Corrales, el mismo que, presuntamente por su cuenta y riesgo, se saltó el himno nacional, con sus pitidos correspondientes, en la final de la Copa del Rey que disputaron en 2009 Athlétic de Bilbao y Barcelona. Es de suponer que ya rehabilitado tras duras terapias de choque, regresa para ofrecer nuevos días de gloria a la tele pública.
En fin, González-Echenique, Somoano y el resto de esta tropa no han dejado ni un ladrillo de la RTVE de ZP y la han levado a las peores cuotas de pantalla de toda su historia. Ahora sólo les falta recuperar a Urdaci para que presente la carta de ajuste con el logo del PP. Un ejercicio de objetividad y transparencia en toda regla para ofrecer un diagnóstico preciso y realista de la principal televisión pública de España.
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