Opinión · Entre leones
Brexit: nadie vota para ser más pobre
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Cuando Theresa May convocó a mediados de abril elecciones para principios de junio estaba convencida de que las ganaría cómodamente y podría afrontar la negociación de un Brexit duro con la UE sin resistencia interna.
Por entonces, el Partido Laborista estaba a veinte puntos de los tories, y Jeremy Corbyn era tratado por la mayoría de la prensa británica como un viejo dinosaurio izquierdista abocado a empeorar los resultados de su predecesor, Ed Miliband.
Con una campaña centrada casi exclusivamente en Brexit, May alcanzó el 42% de los votos cosechados en los comicios anteriores. Pero no contaba con que el Partido Laborista, gracias principalmente a voto joven y antibrexit, iba a llegar al 40%, diez puntos por encima del resultado de Miliband.
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Ni que decir tiene que May, aunque ha logrado aferrarse al Downing Street merced a un acuerdo con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte -a costa, eso sí, de poner en peligro la paz en el Ulster-, es políticamente hablando un cadáver andante.
De hecho, no es descartable que el secretario del Tesoro, Philip Hammond, partidario de un Brexit blando tras cuantificar la salida de la UE en 140.000 millones de euros, se haga con las riendas del Gobierno y del Partido Conservador en el congreso que los tories celebrarán el primer fin de semana de octubre.
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Los pretorianos conservadores, con Graham Brady, presidente del Comité de 1922 que gestiona el liderazgo del Partido Conservador, puede estar trabajando ya en esta opción.
Hammond, que ya advirtió públicamente que la economía debe estar por encima de todo en las negociaciones del Brexit, puede ir más allá e implementar en un segundo referéndum –la pregunta estará relacionada sobre las condiciones de la salida- su convencimiento de que “nadie vota para ser más pobre”.
En definitiva, el futuro de los tories pasa por desinflar el Brexit de la mano de Hammond hasta dejarlo en una pesada broma de la democracia.
Y el del Partido Laborista de Corbyn, también debería transcurrir por la misma senda. Una vez que haya entendido que el reagrupamiento del voto de la izquierda que ha logrado tiene mucho que ver con la reacción de los más jóvenes contra el Brexit, el viejo político izquierdista no tendrá más remedio que abandonar la ambigüedad y la tibieza que mostró en la campaña del referéndum, y apelar, si acaso, al famoso artículo 50 del Tratado de Lisboa pero para volver a entrar en la UE.
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