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Opinión · Entre leones

Es amarga la verdad

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El pasado lunes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, concedió su primera entrevista televisiva desde que puso los dos pies en Moncloa. Fue lógicamente a RTVE.

En media hora escasa de entrevista, Pedro Sánchez no paró de dar noticias desde el primer segundo: quiere agotar la legislatura, es partidario de acercar a Cataluña los presos políticos, se reunirá con Macron y otros líderes europeos para abordar el problema de la inmigración, no hubiera nombrado a Màxium Huerta de haber sabido que había sido condenado por defraudar a Hacienda, etc.

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En fin, Pedro Sánchez estuvo directo, claro y no divagó: sujeto verbo y predicado, sin apenas los gerundios de sus primeros tiempos.

Estuvo serio, con la sonrisa contenida, movió mucho las manos y poco las piernas. Y transmitiendo a cada palabra que ha llegado para quedarse una larga temporada.

La guinda la puso el propio escenario de la entrevista: el salón de columnas de la Moncloa, un lugar poco aireado públicamente. En esta ocasión, los ventanales estaban abiertos para inaugurar una nueva etapa en la pequeña historia de España. Hasta los insectos se sumaron a la fiesta.

Era otro palacio, ¿pero era otro Pedro Sánchez?

Sí era un palacio nuevo y eso que a mí me da que, pese a todas las mentiras vertidas por la prensa de extrema derecha sobre el cambio radical de mobiliario que la primera dama supuestamente ha acometido, solo ha cambiado los colchones y las flores.

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En cuanto a Pedro Sánchez, era en esencia el mismo. Más serio y más directo quizás, pero igual de franco, igual de firme, igual de sólido que cuando lo ninguneaban o maltrataban años atrás. Todavía me acuerdo de una entrevista criminal en El Hormiguero, con Pablo Motos sudando la camiseta a favor del PP después de pasar por la capilla monclovita invitado por Sorayita.

¿Qué ha cambiado? Pues han cambiado los entrevistadores. En el caso que nos ocupa, Ana Blanco, que en la campaña de las últimas elecciones generales le hizo una entrevista desabrida, parecía en esta ocasión la jefa de prensa de las Hermanas Ursulinas, y Sergio Martín, tan incisivo contra quien quiere, la única muestra de radicalidad fue comparecer sin corbata.

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En definitiva, una entrevista amable al nuevo jefe; de sí señor.

¿Y por qué cambian los entrevistadores?

Aquí voy a recurrir a Francisco de Quevedo y a uno de sus poemas más célebres para explicarlo con la mayor contundencia y claridad. Y de camino leemos algo de poesía, ¿no? Ahí va Poderoso caballero es don dinero a propósito de los Presupuestos Generales del Estado:

Madre, yo al oro me humillo,

Él es mi amante y mi amado,

Pues de puro enamorado

Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,

Donde el mundo le acompaña;

Viene a morir en España,

Y es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado

Es hermoso, aunque sea fiero,

Son sus padres principales,

Y es de nobles descendiente,

Porque en las venas de Oriente

Todas las sangres son Reales.

Y pues es quien hace iguales

Al rico y al pordiosero,

¿A quién no le maravilla

Ver en su gloria, sin tasa,

Que es lo más ruin de su casa

Doña Blanca de Castilla?

Mas pues que su fuerza humilla

Al cobarde y al guerrero,

Es tanta su majestad,

Aunque son sus duelos hartos,

Que aun con estar hecho cuartos

No pierde su calidad.

Pero pues da autoridad

Al gañán y al jornalero,

Más valen en cualquier tierra

(Mirad si es harto sagaz)

Sus escudos en la paz

Que rodelas en la guerra.

Pues al natural destierra

Y hace propio al forastero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

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