Opinión · Entre leones
Juntos y revueltos
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Desde que Quim Torra amenazó al Estado español estoy que no duermo. Ni el Lexatin 1,5 gramos, siempre eficaz en situaciones de insomnio extremo, me lleva a los brazos de Morfeo.
Sueño que un Torra disfrazado de lazo amarillo me atrapa y me tortura con discursos interminables sobre el procés.
Tengo pesadillas XXL viendo a unos funcionarios de la Generalitat transportando por el Eixample de Barcelona una butifarra de destrucción masiva, armada por unos charcuteros independentistas que quieren liársela al Estado español. Todo apunta a un ataque a traición al colesterol charnego.
Miedo, que digo miedo, pánico a Torra y a sus castas.
Por eso, porque está sufriendo el mismo proceso que yo, no me extraña que Casado esté en posición de salida para reclamar el artículo 155 por tierra, mar y aire.
Rajoy no lo desenfundaba tan rápido por eso de que no cuadraba con el discurso de la responsabilidad y bla, bla, bla. Pero al nuevo jefazo de los peperoseso le importa un pito: su tropa necesita leña al mono y el PP también, que Ciudadanos le está robando la cartera patriótica un día sí y otro también.
Y Ciudadanos, que está en la pelea por la derecha española con uñas y dientes, ha puesto ante la última torradados huevos duros más y ha instado del tirón a Pedro Sánchez que le dirija a la marioneta de Puigdemont un requerimiento del artículo 155.
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Mientras tanto, el lío de los lazos amarillos sigue en todo lo alto de la actualidad. Patrullas de los dos bandos, independentistas y españolistas, se pelean literalmente en las calles en un quita y pon continuo. ¡Qué espectáculo!
Algún día, en el momento que a un majareta se le vaya la olla, la broma acabará en tragedia. Al tiempo.
La fiscal general del Estado, María José Segarra, ha situado el asunto en el ámbito de la libertad de expresión. Estoy de acuerdo, pero no se puede ignorar que ya están apareciendo en escena los garrotes de Goya. Mal asunto.
En fin, en este conflicto interminable, hay algunas señales de humo positivas. ERC, un partido serio donde los haya, no parece dispuesto a tirarse al monte este otoño.
Todo lo contrario que la CUP y el PDeCat, a los que ni la farmacología puede paliarles el disparate infinito en que están instalados.
La otra muestra de sensatez la está poniendo el propio Gobierno socialista, que ha optado por la moderación ante los desbarres de unos y otros.
Me da que, con esta actitud de no levantar la voz, Sánchez se está ganando a esa inmensa mayoría que está por acabar con esta independencia a ninguna parte, con esta españolización tabarniana, y vivir de nuevo juntos y revueltos. Incluido el sexo, claro.
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