Opinión · Comiendo Tierra
¿Sobre los hombros de qué gigante camina Pedro Sánchez?
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Históricamente ¿no es verdad que mejoramos?
Que haya otra vez elecciones es patético. Así pensamos la mayoría de los españoles. Porque no hacía falta. Bueno, si hubiera existido voluntad en algún momento por parte del PSOE para hacer un gobierno de coalición. Pero la gente no votó como quería Sánchez. Y entonces, se puso en marcha el plan B.
Si lo miramos en tiempos históricos, tendríamos que concluir que vamos mejorando. La última vez que estuvo en el gobierno en España una fuerza que creía firmemente en los valores democráticos, que no creía en los reyes ni en la unión de iglesia y Estado, que apostaba por el federalismo y la redistribución de la renta, resulta que los banqueros y la patronal financiaron un golpe de Estado que dieron militares desleales y traidores a su patria apoyados por Hitler y Mussolini. Hoy, en 2019, a lo más que han llegado es a activar las cloacas del Estado, a meterle dinero a tertulianos y financiar generosamente el fango mediático. Y ahora, convocar nuevas elecciones.
Rivera se puso creativo y a Sánchez le gustó la música
Cuando la flecha está tensada en el arco, solo le queda salir. En el tiempo de descuento, Ciudadanos se puso creativo. Rivera vio las encuestas y se asustó. Y notó cómo los apoyos mediáticos no eran a él, sino a un proyecto al servicio de las élites. Hace frío fuera de los medios. Fue entonces cuando propuso al PSOE la posibilidad de abstenerse siempre y cuando lo hiciera al alimón con el PP, no fuera que uno acusara al otro de echarse en brazos del galán socialista.
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Ciudadanos ofreció una abstención al PSOE con tres condiciones: deshacer el gobierno de Navarra en manos de sacamantecas abertzales, aplicar un nuevo 155 a los malditos catalanes a los que, además, nunca se les podría aplicar el Estado de derecho, y bajar los impuestos a Amancio Ortega para que pueda seguir haciendo donaciones y permita babear a los tertulianos de Espejo Público que agradecen su inabarcable generosidad.
El problema no era esa oferta inviable. El problema es que Pedro Sánchez le dijera a Rivera que no había problema, que todo eso ya estaba en marcha, que quién dijo miedo y que a ver si se veían a pactar el gobierno para después de noviembre (para qué iba a verse con Iglesias, que era el “socio preferente”). Que en Navarra quien gobierna es la Constitución con la ayuda de San Fermín, que en Cataluña les va a caer más temprano que tarde un 155 redoblado y que no lo van a parar las cartas perfumadas a la Moncloa que manda Rufián en modo estadista, y que en España nadie va a pagar impuestos porque tampoco va a haber mucho gasto social que a Europa no le gusta.
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Casado también quiere el bipartidismo: en el Parlamento y en la televisión
Ya puestos, Pablo Casado podría haber hecho alguna oferta para que su partido se abstuviera. Y tampoco habría mayor problema para Sánchez. Podría pedirle Casado, por ejemplo, que no se publique la lista de la amnistía fiscal, que renueve vitaliciamente el ducado que Franco concedió a Primo de Rivera, que no se derogue la reforma laboral que hizo el PP y tampoco la ley mordaza, que se retrase la salida del dictador del Valle de los Caídos o que se aplique a la subida de las pensiones el pacto de sostenibilidad. O que no haya un independiente en RTVE.
Pero al final, los que han escrito el libreto han dicho que vayamos de nuevo a elecciones. Intentan cargarse a Podemos y preparan a Ciudadanos y al PP para, sea cual sea el resultado de noviembre, cedan a una gran coalición. Así, España dejaría de ser diferente y la socialdemocracia haría lo mismo que está haciendo en Europa: una gran coalición para que todo siga atado y bien atado.
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Así desaparecen las pesadillas del fin del neoturnismo y la noche del 15M, esa que puso en peligro el bipartidismo, apenas será el argumento de una serie de Netflix pero de esas cortitas y, que es lo que realmente buscan, sin segunda temporada.
¿Sobre los hombros de qué gigante va el Secretario General de un partido de más de cien años?
Emulando el finiquito en diferido de la Cospedal, Sánchez vocalizó “abstención técnica” como si lo hubiera dicho toda la vida. Con esa abstención técnica, Sánchez sería investido Presidente por segunda vez, que parece que es lo único que quiere. Sánchez vive el acceso a la Moncloa como quien encesta un triple o se imagina la democracia como ganar un partido de basket según los guionistas de La casa de papel.
Cuando no tienes un proyecto de país, cuando te escriben los libros, los discursos y las tesis, cuando solo te sabes mover en los engranajes de las elecciones y en la burocracia del partido, tu horizonte es dentro en un ratito, no más tarde, y el gigante sobre cuyos hombros vas no es un intelectual con algún prestigio y tampoco una persona reconocidas por su honestidad y sus valores. No. Es Iván Redondo, una persona simpática e inteligente que ha hecho un receso después de asesorar a Monago y Albiol para decirle al socialismo cómo tiene que comportarse ese partido de más de cien años. Una persona que hace su trabajo, y lo mismo dice que hay que limpiar Badalona de inmigrantes como que hay que recibir al Aquarius o encarcelar al capitán del Open Arms. La pregunta es ¿están los socialistas conformes? ¿Pesa más la burocracia del partido y sus objetivos electorales que el proyecto de país? ¿Quién es el ideólogo del centenario PSOE?
Pedro Sánchez se imagina su nombre en los libros de historia: Pedro Sánchez y Felipe González, las personas más veces nombradas Presidente de Gobierno. El cómo da lo mismo. Una por la moción de censura, otra en funciones y la tercera con la abstención del PP o de Ciudadanos. ¿Hay algo más importante en política que batir récords?
Es lo que tienes cuando a la cúspide de los partidos llegan los mediocres que solo valen para moverse con astucia frente a otros mediocres. Y como no tienen proyecto, son kamikazes. Y cuando no se matan ellos, pues van llegando pronto a los sitios.
Algún historiador curioso podría preguntar. ¿Y el Sánchez ese, hizo algo? Pues no. Lo único fue subir el salario mínimo a 900 euros y fue una exigencia de Podemos. Cuando la crisis de 2008, Sarkozy y Merkel empezaron a hablar de un capitalismo con rostro humano. Luego empezaron a desmantelar el Estado social. Se dieron cuenta de que la gente no había salido a la calle a colgarles de las farolas. En las próximas elecciones, Sánchez volverá a pedir el voto para parar a las derechas. Y lo dirá diciendo que la moderación es él y que también es la izquierda, y la estabilidad y el empuje y el impulso y arriba y abajo. Si nos vendieron la privatización de todas las grandes empresas españolas, la desindustrialización de nuestro país, el 135 y el incumplimiento constante de las promesas electorales ¿qué va a frenar a una persona que ve al socialismo como una marca representada por una persona sin ataduras como Pedro Sánchez y que no tiene ningún otro proyecto político que no sea Pedro Sánchez?
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