Opinión · Comiendo Tierra
“A mi izquierda, el abismo” (enseñanzas de tuiter)
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Una de las canciones más demoledoras del malogrado Javier Krahe narraba la historia de un idiota, tan enredado consigo mismo que, además de no entender dónde estaba su mujer, se preguntaba que cómo es que faltaba encima una maleta (“la de piel/ para colmo la de piel”). En la parte más cruel de la canción, el idiota abandonado decía: “yo le iba a contar lo de García/ y de cómo le he parado los pies/ lo del bulto que tengo en la rodilla” para añadir el estribillo: “dónde se habrá metido esta mujer”. Vamos, que el buen señor no terminaba de entender que a nadie le interesara cómo había sido el momento épico en el que no le había dejado a García usar, pongamos, su grapadora. Hoy, el idiota, pondría su gesta en twitter. Un héroe moderno.
La nueva condena al engendro de Luis Pérez, alias Alvise, por faltar al honor a la periodista Ana Pastor -con motivo de la publicación de unas fotos suyas que, al decir de la Justicia, no tenían interés periodístico- ha vuelto a desatar otra tormentita en ese show de Truman que son las redes sociales. Cámara de eco con los espejos salpicados de mierda, especialmente en el vertedero que es la red del pajarito azul o de la X, lugar donde, como decía Ricky Gervais, puedes leer resumida toda la basura que la gente escribe en los retretes del mundo todo (rememoro lo escrito sobre una vieja puerta de madera: “vosotros los que escribís/ en este vulgar lugar/ orgullosos estaréis/ pues vuestros versos tenéis/ en donde deben estar”).
El caso es que Ana Pastor ha afeado que no haya salido en tromba toda la comunidad tuitera a celebrar la condena del eurodiputado fake, como si en verdad se hubiera creído que lo que le pase a ella forma parte del buen discurrir del mundo. Ana Pastor es incapaz de pensar fuera del bipartidismo. Ella, que nos iba a contar lo de García.
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Claro que hay que celebrar que se condene a un mentiroso, tramposo y mal tipo como Luis Pérez alias Alvise, pero, me temo, algunos que nos hemos alegrado con que ese tipejo pueda irse desenmascarando, hemos celebrado la sentencia en lo que tiene de avance democrático, no como una exculpación del mal periodismo. Porque eso es lo que lleva haciendo La Sexta, como precursor de los Alvise- desde que nació Podemos (y ya antes lo había hecho contra Izquierda Unida cuando amenazó el bipartidismo).
Seguro que no son justos todos los ataques que recibe Ana Pastor desde la izquierda -de la derecha, ¿qué decir, cuando les molesta cualquier periodista que no sea Jiménez Losantos, Ana Rosa Quintana, Ana Terradillos o Pablo Motos? -. Pero La Sexta se ha ganado a pulso el desprecio de cualquiera que quiera opinar sobre el periodismo decente. No puede Pastor quejarse de bulos, persecuciones, campañas, tejemanejes, fotos -y reportajes- carentes de interés periodístico. Ana Pastor puede quejarse de las mentiras prevaricadoras de otros, pero debe contar con que se lo van a afear. Porque ella también es La Sexta, la que publica noticias sabiendo que son burdas, la que se jacta de “matar” a líderes políticos, la que hizo campañas contra un partido -Podemos- que podía haber intentado gobernar España, que complotó con policías corruptos para inventar noticias o cuentas falsas o, incluso, se permitió el lujo de amenazar al presidente del Gobierno. La empresa de Pastor podía haberse puesto una medalla echando de la profesión a delincuentes que poblaban las tertulias. Pero nunca encontró razones para chequear a La Sexta.
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Cuando Pedro Sánchez se tomó esos cinco moscosos -con sueldo pagado, por supuesto-, una de las cosas que se tenía que pensar era si le merecía la pena seguir de presidente existiendo medios como La Sexta, periodistas como Antonio Ferreras o agencias de verificación de noticias como la de Pastor, que nunca dijeron nada de las mentiras que Eduardo Inda, del panfleto digital OK Diario, soltaba puntualmente en el programa que dirigía y dirige Ferreras. Que luego el presidente le haya dado una entrevista al referente de la colusión periodística, no le quita un ápice al hecho de que La Sexta es un modelo de estudio de una televisión al servicio de intereses mafiosos, muy lejos de la ética periodística y muy cerca de la peor oscuridad empresarial. También el PSOE ha pactado con los ayer corruptos del PP la reforma del CGPJ. Hemos malcriado a Sánchez.
Ese quehacer periodístico ha manipulado las elecciones en España, con ayuda de comisarios corruptos y jueces corruptos. Los ataques a Podemos influyeron en las elecciones mucho más que los rusos y sus taimadas intenciones. Claro que la deriva de Podemos tiene que ver también con sus muchos errores -el primero, no haber sabido frenar esos ataques-, pero el lawfare tiene los mismos efectos políticos que los golpes de estado del siglo XX, aunque haya que agradecerles que no nos fusilen.
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No era fácil que la guerrilla mediática podemita saliera a defender a Pastor. Los ataques de esta década fueron acorralando a Podemos, que aprendió a defenderse, y también fueron alejando a gente que flaqueó a la hora de seguir defendiendo la bandera morada. Fuera de Podemos se terminaban las persecuciones. Basta ver las querellas que ha tenido nadie de Sumar. Sin embargo, la soberbia de Podemos cuando disfrutaba de 69 diputados no le ha ayudado mucho en la bajadita. La ausencia de un debate político en la organización, sustituido, mientras se convoca la Asamblea, por reuniones de una dirección reducida, por el debate en las redes o por la línea política bajada por fuera de la dirección, no ayuda. Si se sostiene que es más importante un medio que un partido, no es fácil que el partido crezca. Esa tutela externa no ha salido bien en Italia, y si no se pone solución, tampoco saldrá bien en España. Y claro que hacen muchísima falta medios de comunicación con línea editorial de izquierda.
La principal tarea de Podemos es seguir hablando, de momento, a esos 811.545 votantes de Sumar que piensan que votaron a la izquierda votando a la coalición en las elecciones europeas. A Podemos nos le puede bastar el 3'2% que honrosamente obtuvo. Y como hemos sostenido, no basta tener razón para no quedarte solo. El último Anguita tenía razón con que los sindicatos habían traicionado (ahí estaba Fidalgo, que terminó en la FAES), que tenía traidores dentro (Diego López Garrido o Cristina Almeida, que terminaron en el PSOE o aledaños), o que había territorios que traicionaron (la disolución del PSUC fue un vodevil). Pero esa denuncia no servía para recibir apoyos: ¡Queredme menos y votadme más!, se quejaba Anguita.
El mensaje en las redes a menudo es el contrario: como todos los demás no son de izquierda, maldita la falta que hacen. Al final, los eternos imbéciles terminan, como en Juego de tronos, cuestionando a la reina. Terminan defenestrados -en situaciones patéticas- o se declaran a sí mismos herejes y se van andando al gulag desolados. Por ahí no es la cosa. Podemos debe recuperar la frescura para no terminar pareciendo una fuerza política antipática condenada a ser irrelevante. El esfuerzo que está haciendo Ione Belarra y la dirección de Podemos se ve oscurecido por muchos de los que hablan en su nombre fuera de la organización.
La coalición Sumar está en la antesala del camposanto, y solo parece existir porque sale en La Sexta. El batiburrillo con ocasión de la patética renovación del Consejo General del Poder Judicial, con una parte de Sumar diciendo que han colocado a consejeros, y otra diciendo que es una vergüenza no haber participado siendo parte del Gobierno, es negativo para la formación rosa en cualquiera de los dos casos. Y aún más al ser parte de ese gobierno que ha operado ese engendro de reparto que ha contentado a Aznar, a Ayuso y a OK Diario (poco consuelo hay en decir que cuando Unidas Podemos estuvo en el gobierno también negoció).
Las encuestas están siendo claras: Sumar ya no suma y Podemos, pese a crecer, es una fuerza en exceso modesta. Las razones para odiarse dentro de la izquierda son interminables. Lo leemos todos los días. Pero se sale de esa adolescencia o no se llega a la madurez. Winter is coming, que decían los Stark. Mientras, la prensa de la derecha -prácticamente toda- ya saca reportajes edulcorados sobre la vida sentimental de Luis Pérez, alias Alvise; suspiran porque Abascal les parece rubio e importante como Meloni; y celebran que Feijóo y Díaz Ayuso han recibido la orden de alguien de arriba de dejar de pelearse.
Pedro Sánchez, bronceado y sonriente, teatral y cínico, ha recuperado el bipartidismo, aunque sea al precio de ponerle alfombra roja a la derecha y a la extrema derecha. Nunca dijo aquello de Alfonso Guerra –“a mi izquierda, el abismo”- pero parece que ha sido su principal objetivo.
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