Opinión · Corazón de Olivetti
Un quince eme para la justicia
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El derecho no tiene por qué ser Don Quijote. Y ocurre a menudo que la razón y el corazón de la ciudadanía se acongoje por determinadas sentencias, desde la que absolvió a varios de los implicados en el caso de Marta del Castillo alegando insuficiencia de pruebas, como la que convirtió a Francisco Camps en un mártir en vez de un notable usuario de trajes por cohecho impropio. ¿Cómo explicarnos la presencia en el banquillo de un juez acusado por los fascistas de investigar los crímenes del franquismo? Algo falla. Y habrá que repararlo para que el afecto hacia las victimas no escatime garantías para los encausados, o viceversa.
Después de linchar el noble ejercicio de la política en la plaza pública, ahora vamos por el de la justicia. Ambos oficios, es cierto, han dado motivos para ello, pero tampoco es plan de quedarnos sin civilización frente a la barbarie.
Haría falta un quince eme para la administración justiciera. Sin embargo, resulta dudoso que la reforma que plantea el ministro Alberto Ruíz Gallardón vaya a alcanzar semejante objetivo. La sonrisa del PP quiere establecer la prisión permanente porque sabe que incluso en sus propias filas encontraría rechazo la cadena perpetua. Pero que se lo pregunten a Miguel Montes Neiro, que lleva encadenando condenas desde el 76, sin delito de sangre ni que le valga el indulto parcial del anterior Gobierno. Preciso sería más bien aplicar una reforma concienzuda de la ley de enjuiciamiento criminal tan decimonónica, en una España donde la legislación es tan exigente que tenemos las cárceles llenas en el país con menos criminalidad de su entorno.
Es legítimo que la derecha quiera reformar la justicia, pero ahora pretende sentar a los presuntos delincuentes menores en el banquillo que los adultos y que sus padres le acompañen a la hora de abortar aunque no a ser operados a corazón abierto como permite la ley de autonomía del paciente de la era Aznar. Tal vez convendría bajar la mayoría de edad a los dieciséis y el derecho al voto por lo tanto. A lo mejor ellos sabrían cómo hacer que la justicia fuera justa y poética al mismo tiempo. O que Don Quijote llevara toga de vez en cuando.
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