Opinión · El ojo y la lupa
Madrastra Europa
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Entre susto y susto, cuando apenas entendemos qué es el euribor o por qué quebró Lehman Brothers, recibimos lecciones de inglés y economía: subprime, default, bail out, CDS, eurobonos, prima de riesgo… No comprendemos cómo y quién decide, el papel de las instituciones comunitarias, de frau Angela o monsieur Sarkozy, pero sí que hemos derrochado con la caja vacía, que gastamos más de lo que se ingresamos, que se salva a bancos y se castiga a países, que peligra el Estado de bienestar, que se pierden millones de empleos, y que está en juego el proyecto entero de una Europa más próspera, solidaria, cohesionada e influyente.
El socialista Josep Borrell, ex presidente del Parlamento Europeo, y el periodista Andreu Missé, premio Salvador de Madariaga, abordan este embrollo con afán didáctico en ‘La crisis del euro. De Atenas a Madrid’, editado por Turpial. Un libro-entrevista que el vértigo de la actualidad abortó tres veces, un torbellino de análisis y propuestas. He aquí algunas ideas, extraídas del texto (donde están ordenadas) y de la presentación que, junto a los autores, efectuó Joaquín Estefanía, ex director de EL PAÍS.
La UE es la madrastra de Blancanieves: malos modos y duras exigencias, pero sin ocuparse del empleo, pese a los 23 millones de parados. La crisis multiplica las desigualdades. Los recortes, sin estímulos, no bastan; pueden hundirnos a plomo. Los Estados, a merced de los mercados, pierden soberanía. El mayor problema es la deuda privada, no la pública. Alemania, tras 10 años de austeridad, dice: “hagan ustedes lo mismo”; pero si todos obedeciesen la recesión sería brutal. Con el euro no basta, es imprescindible la unión política. Más que ayudar a Grecia, se la ha castigado. Los chinos se ríen: “¿Cómo vamos a fiarnos de vosotros si no os fiáis de vosotros mismos?”. Obama llama a Europa y se ponen Merkel y Sarkozy. El guión lo escribe la teutona y lo explica el galo. El modelo germano deja a siete millones de ciudadanos con 400 euros al mes. Pasmoso: el sector financiero supone cinco veces el valor de la economía real. O se acepta el riesgo inflacionista o la crisis puede acabar con el euro. La reforma constitucional en España es un juramento de Santa Gadea que servirá de poco: sólo el crecimiento reducirá la deuda y el déficit y creará empleo.
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Borrell ve dos salidas. Una ‘por debajo’: modificar la naturaleza del euro o excluir a uno o varios países. Otra ‘por arriba’: reforzar la solidaridad, avanzar en el gobierno económico y el federalismo fiscal. Más Europa, porque el fin del euro sería una catástrofe para todos, incluida Alemania, frau Merkel.
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