Opinión · Fuego amigo
Después de votar, tomemos la píldora postelectoral
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Ya os lo decía el otro día. Por mal que le haya ido a nuestro hija política, la píldora postelectoral le librará de quedar embarazada. El PP ha ganado al PSOE por dos escaños. Pero tenía tanto miedo de haber quedado preñado que la píldora postelectoral le ha hecho bajar la regla, y en casa todos saltan de alegría porque la niña no tiene que abortar. Dos escaños, no más. Pero los escándalos de corrupción les tenían tan jodidos últimamente que la noticia de un resultado tan escaso lo celebran como si la liga la hubiese ganado el Real Madrid. Y puede que exagere.
Mariano Rajoy aventuró hace unos días que llegarían a los 25 escaños. Y Esperanza Aguirre calculaba que sería necesario obtener 10 puntos por encima del PSOE para encarar con tranquilidad las próximas elecciones generales. Se han quedado en 23 escaños y un aumento de tan sólo el 3,5%. Desde este punto de vista creo que su alegría actual es un claro exceso de sobreactuación. Pero había que disimular y botar en el balcón de Génova después de haber votado. Los militantes y simpatizantes abanderados, que abarrotaban los aledaños de la sede madrileña del Partido Popular, tan contentos estaban de que les había venido la regla que gritaban, fuera de sí: Zapatero, dimisión. Yo es que estaba ya en pijama, si no, me hubiera acercado para explicarles uno a uno que había un error, que habían votado para el Parlamento Europeo. Pobrecicos míos.
Tenemos todo un día por delante para análisis varios, para examinar los ingredientes de la píldora postelectoral. Para iniciar el análisis por mi parte, lo primero que se me viene a la cabeza es que, teniendo en cuenta que Rodríguez Zapatero es el culpable de que tengamos cuatro millones de parados, de que las familias estén a punto de romperse por dejar abortar a las niñas de 16 años sin permiso paterno, y de gastar a manos llenas el keroseno de los aviones Falcon para sus juergas electorales… a pesar de todo ello, digo, el Partido Presunto sólo ha sacado dos diputados más que el PSOE. ¿De verdad que es para celebrarlo?
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¿El resultado obtenido por el PP es suficiente para que Mariano llegue a las próximas elecciones como candidato de su partido? ¿Habrá sido lo bastante como para asegurarse que Esperanza Aguirre no pedirá cuentas un día de estos y se postule como próxima candidata? ¿El ascenso de Mayor Oreja, de la facción de María San Gil, enemiga de Rajoy, acabará provocando una mayor involución hacia la extrema derecha en el PP?
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Otra meditación para hoy (enviada al periódico varias horas antes del cierre de los colegios electorales):
En su último día de campaña, Mariano Rajoy se mofó de la ceremonia de “bautismo civil” del hijo de la actriz Cayetana Guillén Cuervo. Lo tildó de “ridículo coloxal”, el adjetivo colosal favorito del líder del PP.
Lo dijo en un mitin, y toda la concurrencia le rió la gracia hasta el delirio. Gente toda ella posiblemente bautizada según el rito de la secta judaica conocida como cristianismo, a la que le parece ridículo que a un niño se le lean sus derechos cuando llega al mundo, pero que cree estar con sus facultades mentales intactas cuando se reúne para derramar agua sobre la cabecita de sus hijos con la pretensión de lavarles así un supuesto pecado original que, según ellos, traen de serie los recién nacidos.
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Son capaces de hacer un festorro para bautizar su nuevo yate de treinta metros de eslora, pero les parece ridículo dar la bienvenida a un niño a un país democrático, con la lectura de algunos de los artículos recogidos en la Convención Internacional de los Derechos de la Infancia, para que los padres tomen conciencia de la obligación de hacer felices a sus hijos.
Se ríen del acto simbólico, porque la derecha meapilas preferiría que el registro de bautismo religioso (la base de datos con la que luego cobran del Estado, de todos nosotros) siguiese teniendo preeminencia sobre el civil, y dejan alegremente que los curas católicos toquen con sus manazas a sus hijitos, sin antes indagar sobre su pedigrí pederasta.
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Unos pretenden otorgar carta de ciudadanía a sus hijos, y otros prefieren creer que mediante un chorro de agua y unas palabras mágicas han reservado para sus niños una entrada para el Paraíso. Y sin embargo son estos últimos los que se mondan de risa.
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