Opinión · Fuego amigo
El chiringuito de Valencia
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Tengo una sensación rara. Los brotes verdes de la economía española siguen creciendo a un ritmo desesperadamente lento, mientras en Japón, Alemania o Francia hablan ya de una posible cosecha de frutos maduros en pocos meses. El número de nuestros parados ha superado ya la cifra de los cuatro millones, estamos en una abierta deflación de los precios, y en el gobierno ya se están pensando por dónde atornillar los impuestos al tiempo que van preparando a los funcionarios (más de tres millones) con una más que previsible congelación de los salarios.
Y la Bolsa, como si viviera en otro plano temporal, alcanza otro máximo anual, después del logrado el viernes, superando los 11.300 puntos, al parecer, una de sus barreras psicológicas.
Los expertos hablan con desparpajo y misterio de barreras psicológicas que los índices de la Bolsa de valores superan o no alcanzan cíclicamente. Esas barreras psicológicas parece que tienen mucha importancia, animan o desaniman el mercado, invitan a la inversión o aconsejan vender inmediatamente. Lo que demuestra lo que ya veníamos sospechando desde hace años: que las bolsas de valores se rigen por los estados de ánimo de los jugadores (se les llama “jugadores de bolsa”); o dicho de otra manera: nuestros destinos están en manos, ya no de especuladores, como dicta el tópico, sino de desaprensivos, de gente psíquicamente inestable, que vive de espaldas a la economía real, y cuyas decisiones estarían mejor respaldadas por el consejo experto de un psiquiatra o de un psicólogo. Viendo estos resultados, da la impresión de que la Bolsa es un gran casino, una juerga permanente en medio de una ciudad bombardeada, el único edificio en pie, rebosante de luz y champán, en el paisaje desolado de la economía. Tal es la fiesta que se montan dentro que no oyen el bombardeo del exterior.
En cierto modo le ocurre como al PP (¿en qué estaría yo pensando?). Cuanto más arrecian las bombas de corrupción a su alrededor, mejor se lo montan en su casino particular, como si los Gürtel o Palma Arena no fuera con ellos, como si sus dirigentes, como los de la Bolsa, también viviesen en otro plano temporal.
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¿Qué la Comunidad Valencina rebosa de presuntos implicados cantando ante los jueces? Pues montemos el casino en Valencia. ¿Qué mejor lugar que ese para la inauguración del próximo curso de la leal deposición? Mariano nos acaba de anunciar que Valencia, su comunidad talismán, volverá a ser el lugar de la foto, porque allí está su bolsa de valores, aunque os parezca mentira. No es empecinamiento. Es una decisión magníficamente estudiada. Si en las ciudades devastadas las bolsas alcanzan su mayor brillo y sus máximos históricos, ¿qué lugar mejor que Valencia para levantar el chiringuito de especulación política, el lugar más devastado por la corrupción del PP de toda España?
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