Opinión · Fuego amigo
Por la boca también se muere
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Desde la muerte en huelga de hambre del opositor al régimen cubano Orlando Zapata, todos los días se reedita el drama psicológico de una izquierda que intenta justificar la monarquía revolucionaria castrista, como referente de socialismo real residual al que aferrarse, y otra izquierda que no se presta a abdicar de los principios de la libertad de expresión que alimentan su ideario.
Ahora le ha tocado el turno a un actor como Willy Toledo, que ha caído en el pecado de la sobreactuación, tras llamar a Zapata “delincuente común”. Es decir, un don nadie, un tipo irrelevante. Dejando a un lado el caso improbable de que un preso común lleve su protesta hasta el extremo de inmolarse, y pasando por alto, también, el pequeño detalle de que Amnistía Internacional (¿un nido de secuaces imperialistas, quizá?) tenía a este ser insignificante clasificado como “preso de conciencia”, parece que Willy Toledo no goza del sentido de la oportunidad.
Él mismo, cosa que le honra, encabezó el movimiento de apoyo a la saharaui Aminatou Haidar, en su huelga de hambre, una activista considerada por el régimen Marroquí como una delincuente, y no como lo que es: una opositora política.
Esta sobreactuación del actor Willy Toledo se debe, quizá, a que es muy joven y no conoció o ha olvidado cómo gustan de clasificar las dictaduras a sus opositores políticos y demás gente no adicta. Desde los homosexuales, a quienes el régimen franquista aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes, a curiosos obreros voladores que morían de disparos al aire en las manifestaciones, a estudiantes, como Enrique Ruano, “suicidado” por la policía, mediante el método de defenestración. Todavía recuerdo con amargura las crónicas infames del diario ABC, dictadas prácticamente desde el despacho de Manuel Fraga, en las que se hacía referencia a un falso diario del estudiante, con el que, de esa manera, se asesinaba también su limpia memoria.
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Desde las dos trincheras se habla del grado de implicación de Orlando Zapata como disidente político, sea para degradarlo o para ensalzarlo. Lo malo, en estos casos, es que las versiones procedentes de los regímenes donde no existe la libertad de expresión hay que ponerlas siempre en cuarentena.
Debería, pues, tener un mayor cuidado Willy Toledo. Porque se empieza no teniendo razón, o una muy dudosa, y se acaba perdiendo la razón.
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