Opinión · Fuego amigo
Haciendo el ridículo con la manguerita
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El caso Garzón parece, como rezaba la cursilería oficial del régimen anterior, el crisol de todas las Españas. El diccionario de la RAE lo define muy bien: “el recipiente hecho de material refractario, que se emplea para fundir alguna materia a temperatura muy elevada”. En ese crisol se funden materiales aportados por el rencor y la envidia de compañeros de judicatura, y el rencor y el odio del fascismo residual que incomprensiblemente habita entre nosotros, y no en la cárcel, todos ellos a la temperatura de ignición.
El resto de los demócratas estamos haciendo el ridículo, con la manguerita de agua, intentando apagar lo que lleva camino de convertirse en un incendio de proporciones internacionales.
Se le acusa de prevaricación, el delito por antonomasia en un juez. Así, en crudo, la prevaricación es un atropello consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta, como los casos sonados de Gómez de Liaño, Pascual Estevill, Santiago Raposo o Fernando Ferrín Calamita que permanecen en la memoria de todos como abusadores en provecho propio unos, homófobos otros, o delincuentes por celos profesionales y odios personales.
A Garzón se le intenta colgar el mismo sambenito de la desvergüenza por lo que, como mucho, podría considerarse un defecto de forma que una democracia no tan enferma como la nuestra debería haber resuelto por vía administrativa. ¿Pero quién le denuncia? Pues aquellos que se beneficiaron de una Ley de Amnistía preconstitucional, de una de esas leyes de punto final que la justicia internacional califica como injusto amparo de los genocidas.
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El mal está hecho. Y lo terrible es que su destino ha sido escrito por jueces que abominan de la ley de la Memoria Histórica, como el parafascista Adolfo Prego.
Y nosotros, como decía Javier Krahe, como gilipollas, madre, con la manguerita en la mano.
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Meditación para hoy:
Ayer se formó una concentración ante la Audiencia Nacional a favor de Garzón, con una urgencia que me recordó la que montamos ante Génova 13, unos cuantos metros más arriba, para obligar al gobierno de Aznar a reconocer que habían sido islamistas, y no etarras, los autores de las matanzas del 11-M.
Ese ha sido un ensayo general. Creo que tenemos una cita multitudinaria, a las ocho de la tarde del día en que suspendan a Garzón. Al menos para que se nos quite la cara de gilipollas, madre.
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