Opinión · Fuego amigo
Un traje a rayas de presidiario con la tela de la senyera
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Ya recordé una vez esta frase del Dr. Samuel Johnson, y no me canso: el patriotismo es el último refugio de los canallas. No está mal viniendo de un conservador inglés (dos veces conservador) y un meapilas anglicano, tan proclives ellos a desenvainar el patriotismo infantil en defensa propia. Las fosas de muchas carreteras españolas son testigos de cuán canallas pueden llegar a ser nuestros patriotas cuando sustituyen el discurso dialéctico por la fuerza de las armas y la sinrazón.
Vuelvo a recordarla, porque son días de gran cosecha patriótica. Salimos del día de las Fuerzas Armadas, en el que se dedica un apartado a honrar a un trapo de color rojo y gualda, cuando aún resonaban los ecos patrióticos de Francisco Camps. Yo no digo que Camps sea un canalla (quizá lo sea, pero yo no lo digo). Sí sostengo que es un patriota de zarzuela (zarzuelero, nada que ver con el de La Zarzuela, el patriota profesional en nómina de la Patria), un patriota de vodevil, de cuplé, de esos que levantan pasiones entre la multitud por lo bien que les queda el traje pinturero.
Cuando las hordas comandadas por un magistrado instructor felón le tienen acorralado, ¿qué hace un patriota como Camps? Envolverse en la bandera, en la senyera, como le llaman en Valencia a su particular trapo sagrado, no porque se sienta desnudo, sin trajes, sino porque una bandera lo suficientemente grande puede tapar todas las vergüenzas.
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Los socialistas, dice él, se envuelven en el Código Penal, una fruslería de los estados democráticos y de derecho. Mi querido canalla, dicho sea con todo el cariño y respeto que me merecen los patriotas como él, prefiere envolverse en su bandera. ¡Qué color más bonito para un traje a rayas de presidiario! Divino, oyes.
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Meditación para hoy:
Israel mantiene retenido a un numeroso grupo de activistas. Parece que los va a expulsar en unas horas. Y los va a expulsar por inmigración ilegal, porque habían entrado “ilegalmente” y contra su voluntad en territorio de Israel… obligados por el ejército israelí. Parece la guerra de Gila pero hay una última hora que no tendría cabida ni en los sueños más delirantes de aquel cómico magistral: el ejército les ha secuestrado los teléfonos móviles, y las cámaras de foto y video porque parece ser que se han dado casos en que no eran tales sino ingeniosos escondites para bombas mortíferas.
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Y mientras las autoridades israelíes hacen un ridículo planetario, el resto del planeta sigue haciendo su propio ridículo con comunicados de condena… excepto al gobierno israelí.
¿Es el enemigo? Que se ponga.
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