Opinión · Fuego amigo
Entre el derecho y el deber
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A menudo entre el derecho y el deber apenas se interpone una fina línea imperceptible, lo que crea no pocas situaciones de estupor. Por ejemplo, suele ocurrir que los condenados por un delito de denegación de auxilio, pongamos por caso un accidente de tráfico, justifiquen su actitud alegando que la solidaridad con nuestros semejantes es una opción personal, no un deber.
La legislación española contempla la escolarización obligatoria para todo ciudadano español comprendido entre las edades de 6 y 16 años. Es una obligación con la que el legislador pretende asegurar un derecho, el de la educación de los menores de edad, para evitar los efectos indeseables inherentes a que padres y niños puedan interpretar por su cuenta qué es eso tan inconcreto llamado educación y hasta qué edad hay que recibirla. Intenta impedir indeseables “opciones personales”.
Ese ha sido el sentido de la sentencia del Tribunal Constitucional que rechazó la posibilidad de que unos padres malagueños “educasen” a sus hijos en casa, según su propio criterio y plan de enseñanza, sin escolarizarlos en un centro oficial. Nuevamente nos encontramos con el viejo dilema de dónde termina el derecho de los padres sobre sus hijos y dónde comienzan sus deberes, planeando siempre la amenaza psicológica de quienes consideran que los padres son propietarios de sus hijos, una propiedad particular en la que la administración de la cosa pública no debe inmiscuirse.
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Difícil dilema, pues no cabe duda de que aunque hay padres más capacitados para enseñar que algunos maestros, la escuela es el antídoto más seguro contra la superchería y la falta de educación de muchos padres.
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Meditación para hoy:
Para mí, el mayor dilema en la educación es hasta dónde los padres tienen derecho a inculcarles a sus hijos creencias religiosas que luego van a marcarles para toda la vida. A veces sueño con que la civilización del año 12.600, aproximadamente, considerará por fin un delito de maltrato infantil que los padres aterroricen a sus hijos con dioses vengadores que les pueden condenar a muerte por haberse masturbado o por ser homosexuales. Hay asuntos demasiado delicados para dejarlos al arbitrio de los padres.
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