Opinión · Fuego amigo
El escándalo público de la prescripción
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Cuando creíamos que a Carlos Fabra por fin no le había tocado este año el gordo de Navidad, los jueces nos han sacado del error, una pesadilla para los que creemos en una idea romántica de la justicia. Al presidente de la Diputación de Castellón sí le ha vuelto a tocar la lotería: cuatro de los cinco delitos de fraude fiscal que se le imputaban han prescrito. No es el gordo, pero sí un segundo premio.
La prescripción de los delitos es una interrupción abrupta en la persecución del crimen no muy fácil de entender para los que no hemos estudiado derecho. Es como la existencia de dioses trinos, ángeles, demonios, vírgenes con hijos, pecados originales y toda esa panoplia, incomprensible cuando no has estudiado teología. Pero si has estudiado teología, ese infierno en el que padecen condena la razón y el sentido común, todo recobra una explicación cristalina.
Lo mismo parece ocurrir con la prescripción de algunos delitos, que generan escándalo público y un sentimiento generalizado de que “la justicia es un cachondeo” en todo el que no haya estudiado derecho. La prescripción funciona como una manera ingeniosa de solucionar los pleitos, aprovechando los mecanismos de dilación permitidos por los procedimientos procesales y, sobre todo, aprovechando la lentitud de nuestro sistema judicial que tiene atascados cientos de miles de procesos por carencias de personal, como ocurre en los jugados que atienden a Fabra, o por falta de amor al trabajo por parte de algún juez que yo me sé. Gracias a ello están en la calle, y no en la cárcel, Naseiro, Pepe el del Popular, Gerardo Galeote, César Alierta o Los Albertos.
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En el PP, como no tienen vergüenza, están muy contentos con el resultado. No les importa que sobre Fabra haya recaído la sospecha de que es un delincuente múltiple que todavía tiene que responder por delitos tales como cohecho y tráfico de influencias. No les importa que las sospechas adquieran valor de certezas para el resto de la ciudadanía. Lo importante para ellos es que la presunción de inocencia ha quedado a salvo. Y si a alguien le gusta presumir de inocencia es al Partido Popular. Inocente, inocente.
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