Opinión · Fuego amigo
Madrid está en pie de guerra
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Vivo en Madrid, en una casa que se asoma a las obras con que el alcalde Alberto Ruiz Faraón nos tiene atemorizados a todos los vecinos. Sé que todo ello es por mi bien, como les gustaba presumir a los déspotas ilustrados, pero cada cinco minutos la pluma de una grúa gigantesca hace un arco volandero que pasa rozando mi ventana, y el movimiento frenético de las excavadoras provoca en la casa temblores de tres o cuatro grados en la escala de Richter.
Para poder plantar las maquinarias más colosales que haya visto en mi vida, hubo que hacerles hueco previamente y serrar los cientos de plátanos de Indias centenarios de la avenida que estúpidamente estorbaban al progreso. Los cuadros de Tita Cervera correrán peligro, pero yo tengo la desagradable sensación de que se me va a cortar la mayonesa en cualquier momento.
He llegado a la conclusión de que tengo que cambiar de casa hasta que no acaben de hacer Madrid. Este es, pues, un SOS a la mafia del ladrillo. Necesito un piso calentito en invierno y fresco en verano, con tuberías que no se lamenten ni goteen. Que en el cuarto de baño quepamos al mismo tiempo mi mujer y yo, aunque uno deba sentarse en la taza del retrete para que el otro pueda cepillarse los dientes. No me interesan las conversaciones de los vecinos, ni sus batallas de amor, ni sus discos de Marifé de Triana. No preciso portero vestido de Pepito Grillo, ni cerámica de Julio Iglesias, ni tresillo de skay verde en el portal. Soy de gustos sencillos.
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Y me gustaría, dispuestos a pedir, que, quien tenga un piso en venta de esas características tan corrientes, me indique dónde se puede pedir un crédito, por si tiene intención de cobrar. Un banco amigo, con interés desinteresado, de esos que te conceden crédito no más verte aunque lleves el aspecto exquisito de los muertos de hambre.
La felicidad sería total, si en el edificio viviese algún vecino de esos a los que les encanta ser presidentes de comunidad y a los que no les importa que les votemos todos los años.
Mientras me hacéis ese pequeño favor, me escabullo del asedio al que han sometido mi casa hasta que acabe la guerra de Ruiz Faraón. El que quiera ponerse en contacto conmigo que me escriba al subterráneo del Metro de Banco de España, tercer bulto a la izquierda, según se entra. Ahora que arrecia la lucha encarnizada entre Esperanza Aguirre y Ruiz Faraón, prefiero la seguridad de un refugio antiaéreo a la insalubre vida a la intemperie de las trincheras.
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