Opinión · Fuego amigo
Buenos propósitos para un nuevo año
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Si algo de esperanzador tienen estas fiestas es la cantidad (si no la calidad) de buenos propósitos que nos hacemos para el año venidero. Posiblemente miles de fumadores han señalado ya el próximo día 1 de enero como su primer día de ex fumadores, y evitarse así, de paso, mayores sufrimientos con la ley seca. Mi chica, por ejemplo, todos los primeros de enero de todos los años, desde que la conozco, comienza su guerra particular, y presuntamente definitiva, contra las grasas, el colesterol en particular, y declara a cuantos quieran oírla su inquebrantable amor por todo tipo de verduras, incluidas las repugnantes acelgas. Pero, ¡ay¡, un año entero son demasiados días de tentaciones, y cualquier disculpa es buena para sucumbir a nuestra vieja drogadicción.
Yo he recibido con ilusión el discurso del Rey, no tanto por lo que ha dicho como por los buenos propósitos que ha desencadenado en la clase política. Todos han prometido dejar de fumarse la Constitución y abandonar el hábito malsano de consumir tanto colesterol de la crispación.
Pero el que más ilusión me hizo fue el secretario ejecutivo de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, quien afirmó que coincide con el Rey en la necesidad de superar "rencores y divisiones" y en que los valores de reconciliación, concordia y consenso que hicieron posible la Transición "imperen en los debates y reformas que están planteados".
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Confieso que tuve que leer dos veces la noticia. El mismo partido que rehuye el debate parlamentario en las grandes cuestiones de Estado, el que se opone a discutir cualquier reforma, el que ha sustituido el argumento por el insulto y la falta de respeto por el contrario nos ha prometido, para primeros de año, superar “rencores y divisiones”, para que los valores de reconciliación, concordia y consenso "imperen en los debates y reformas que están planteados". (Os recomiendo leerlo varias veces. Suena tan bien... Es como un cuento de Navidad)
En consecuencia, prometo solemnemente que si ellos dejan el vicio, yo me quito del purito que me fumo al mediodía y no vuelvo a probar ese croissant diario a la plancha pringado de mantequilla que tanto me gusta como me mata. Palabrita del Niño Jesús.
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