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Opinión · Fuego amigo

Yo no entiendo mucho de esto, pero parece vergonzoso

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La política, el gobierno y administración de la “polis”, de la ciudad, cuando en la sociedad griega la ciudad era toda una nación que cabía dentro de apenas unas murallas, no tiene mucho prestigio entre los ciudadanos. Y ahora que las naciones son mucho más grandes, aunque sólo en tamaño, parece que quienes las habitamos seguimos siendo igual de aldeanos. Torciendo el sentido, si queremos desprestigiar a alguien decimos aquello de que “obedece a razones políticas”.

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Cierto es que también en mi profesión vuelan los cuchillos. Entre nosotros se decía aquello de “no le digas a mi madre que soy periodista, dile que trabajo de portero en una casa de putas”. De esta manera se perpetúa la idea de que periodistas y políticos venden su cuerpo y roban lo que pueden al menor descuido de sus lectores y votantes desprevenidos.

Ahora, al podio del desprestigio se suma la magistratura y su “contaminación política”. Desde que los ilustrados franceses tuvieron la ocurrencia de llamarles el tercer poder, como si hubiesen olvidado que el poder “emana del pueblo”, los jueces se lo han creído a pies juntillas y quieren ejercerlo, aunque sea violentando los deseos del pueblo en cuyo nombre dicen dictar justicia. Si el PP pierde la mayoría, y con ello las votaciones en el Parlamento, el tercer poder elegido por ellos previamente puede corregir el rumbo, como la última instancia que es del sistema parlamentario.

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Mi madre, que era votante del PP, creo que preferiría ver a su hijo de portero de una casa de periodismo, antes que de magistrado del Tribunal Constitucional al servicio vergonzante del partido de sus amores. Zaplana, la mano que mueve la cuna de la serpiente, anunció ayer la recusación de tres magistrados del sector progresista del TC para bloquear el alto tribunal, no por razones jurídicas sino porque “si no se hubiese producido (previamente) la recusación del gobierno...”

Ya es que ni disimulan su asalto al Constitucional para ganar lo que pierden en el Parlamento. Yo no entiendo mucho de esto, pero tengo un primo que dice que esta situación se puede alargar unos 300 años.

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